jueves, 16 de febrero de 2017

Entre Ríos

Willy Cersósimo
02/2017
Un especial agradecimiento a Jesús Vulliez quien, muy gentil y desinteresadamente, colaboró brindándome la información necesaria para confeccionar la nota sin la cual ésta no hubiera sido posible.
Tannat
Es la cepa insignia de los vinos producidos en Uruguay, los cuales día a día van ganando un lugar más destacado en la región y en el mundo.
 
 Las imágenes pertenecen a Willy Cersósimo y Mario Aiscurri 
Días atrás, llevado por la pasión que comparto aquí con ustedes, concurrí al “Salón del Vino 2017” que se realizó en Punta del Este, Uruguay. Allí había vinos de todas partes del mundo de Hungría, Nueva Zelanda, Sudáfrica, EEUU, Portugal, Italia, España, Francia, Chile, Argentina y por supuesto de Uruguay.
Mientras probaba los vinos uruguayos de los Departamentos de Paysandú y Salto no pude evitar el preguntarme por qué no se producían vinos en la costa oeste del río Uruguay. De regreso a Buenos Aires, empecé a buscar información para responder a mi interrogante y todos los caminos me llevaban a Jesús.
Jesús cuyo apellido es Vulliez, es nieto y bisnieto de viñateros y bodegueros, desciende de un inmigrante francés, llamado Michel Vulliez-Sermet. Me comunique con él y compartiendo la misma pasión, el Vino, nos entendimos inmediatamente y me brindó toda la información que necesitaba y mucho más.
Jesús está al frente de la “Bodega Vulliez-Sermet”. En el 2003, se plantaron tres hectáreas de viñedos y se comenzó con la reconstrucción de la bodega, que es la más antigua de la provincia de Entre Ríos y posee, por cierto, una historia muy particular.
Podemos decir que la historia vitivinícola entrerriana se puede dividir entre un antes y un después de la Presidencia Agustín P. Justo, hijo dilecto de la provincia, oriundo de Concepción del Uruguay. La importancia que tuvo el Presidente Justo sobre la actividad consistió en que en el año 1937 mediante la Ley 12.355 prohibió la producción de vino en todo Entre Ríos con la finalidad de favorecer a las provincias cuyanas.
¿Cómo se desarrollaba la actividad AJ?
El cultivo de la vid y la elaboración del vino comienzan en Entre Ríos a partir de 1857 con la llegada de los primeros inmigrantes franceses y suizos a la Colonia San José en el departamento Colón. Fue una necesidad cultural de aquellos hombres y mujeres que traían sus oficios y costumbres de su Europa natal. Para muchos de ellos, plantar sus primeros sarmientos y luego hacer el vino era revivir una vieja tradición familiar de origen y dar continuidad a sus vidas en estas nuevas tierras. Hacer el vino era una actividad que se llevaba a cabo en la casa familiar en cuyos sótanos lo elaboraban y guardaban.
Rápidamente la vitivinicultura fue extendiéndose. Para cada familia hacer su propio vino era recordar los lejanos terruños. Cuando se realizó el censo de 1895 había en Colón 189 familias con viñedos que sumaban más de 800 hectáreas plantadas. Casi simultáneamente con el desarrollo que tuvo la vitivinicultura en Colón, también tuvo sus comienzos en Concordia a partir del año 1863 con la llegada del Tannat traído por un vasco-francés de apellido Jáuregui. La visión emprendedora de unos cuantos hombres de acción de la comunidad concordiense dio un fuerte impulso a la actividad. El cultivo se fue extendiendo y a partir del 1880 comenzaron a elaborar vino las primeras bodegas creadas con un carácter empresarial, diferente a las bodegas de tipo familiar de la zona de Colón. Entre las variedades plantadas estaban: California, Isabella, Malbec, Cabernet Sauvignon, Pinot Blanc y Semillón.
El importante impulso vitivinícola que tuvo lugar en Concordia fue extendiéndose hacia el departamento vecino de Federación donde también tuvo un importante desarrollo. Para el Censo de 1898, había en Concordia 1.450 hectáreas de vid y 470 hectáreas en Federación. En otros departamentos como los de Paraná, Uruguay y Victoria, la industria del vino tuvo también un crecimiento importante, aunque menor que el alcanzado en Colón, Concordia y Federación las que en conjunto representaban el 90 % de la producción de la provincia, la que llego a producir hasta 4 millones de litros por año, de los cuales una parte de la producción se comercializaba en la provincia, abasteciéndose además a parte del mercado de Buenos Aires, Rosario y Santa Fe.
Mediante el transporte marítimo se realizaba la exportación del resto de la producción. La Aduana informaba, en el año 1913, que, por los puertos de Concordia, Colón, La Paz, Paraná e Ibicuy, se habían exportado 381.000 litros de vinos, que representaba aproximadamente el 10 % de la producción, y se enviaba en su gran mayoría a países vecinos como Uruguay y Brasil.
Por aquellos años, Entre Ríos era la cuarta provincia productora de uvas y vinos, contaba con 4.850 hectáreas dedicadas al cultivo de la vid, más de las que en la actualidad ostentan Salta, Neuquén o Río Negro. La mayor parte de aquella floreciente industria entrerriana se concentraba en los departamentos de Colon y Concordia en donde existían las bodegas más grandes.  
Michel Vulliez-Sermet un inmigrante francés, llegado a estas tierras cuando Urquiza fundo la Colonia San José en 1857, con 102 familias procedentes del cantón de Valais, Alta Saboya y el Piamonte que se dedicaron, en la localidad de Colón, al cultivo de la vid y a la elaboración de vinos. Otros inmigrantes europeos también trasplantaron esta actividad que trajeron consigo a las tierras ubicadas sobre la costa del río Uruguay.
No es casual que esto haya sido así en la tierra del General Justo José de Urquiza, en cuyas propiedades, por otra parte, también se cultivó la vid. A decir verdad, la vitivinicultura entrerriana está identificada con el vencedor de Caseros. El cultivo de la vid fue una de las pasiones de Urquiza y, en el Palacio San José, donde el general experimentó con todo tipo de producciones, se servía un exquisito vino patero. El famoso “patio del parral”, que constituye uno de los dos grandes ambientes de esa soberbia residencia, denota esta tradición. Las vides que allí crecían se plantaron entre 1863-1865 y fueron enviadas por el naturalista Eduardo Holmberg, una de cuyas especies era la Chassela de Fontainebleau.
En efecto, así como lo imaginó Urquiza, Entre Ríos se convirtió en potencia vitivinícola, de la mano de los colonos europeos que volcaron aquí todo su expertis en la producción agrícola basada en cultivos procedentes de sus países de origen. Como referencia a la buena calidad de los vinos de esta primera época, existe una abundante documentación que da cuenta del nivel alcanzado por algunas de las muchas bodegas que obtuvieron premios a nivel nacional e internacional con sus vinos. Incluso los precios alcanzados por los vinos de Entre Ríos eran superiores a la media del país, comparables a los de las regiones de más prestigio vitícola. En el libro “La Vigne en Argentine” escrito, en el año 1919, por el agrónomo francés Louis Ravaz, profesor de vitivinicultura de la Universidad de Montpellier, quien recorrió todas las regiones vitivinícolas del país y describe los vinos de la costa entrerriana del rio Uruguay como “muy buenos,… que después de un tiempo suficiente en toneles y en botellas se vuelven excelentes, límpidos y brillantes.”.
Como desarrolló la actividad DJ
A partir de ese fatídico año 37 para la actividad, las bodegas dejan de elaborar vino, únicamente se podía seguir elaborando para consumo familiar volúmenes inferiores a 500 litros por año. Los cultivos de vid se fueron abandonando y sólo quedaron unos cuantos y muy reducidos. Los viticultores que continuaron producían pequeños volúmenes en una infraestructura cada vez más obsoleta, producto del desaliento oficial que tenía la actividad. Hasta que la actividad se extinguió por completo.
Recién a partir de 1993, durante la presidencia, casualmente de un bodeguero, Carlos Saúl Menem, se sancionó la Ley 24.307 que liberó tanto la posibilidad de plantar la vid como la de elaborar vinos en todo el territorio nacional. En realidad, la iniciativa provino de otro entrerriano, el senador Augusto Alasino. Años después comienza en Entre Ríos, en forma incipiente, aquello que había quedado en el imaginario colectivo y la memoria de muchas familias, la producción de vinos, la actividad dilecta de muchos de sus antepasados.
La “Bodega Vulliez-Sermet”, fue la primera en instalarse en esta nueva etapa, en el año 2003 se plantaron tres hectáreas de viñedos con las variedades Chardonnay, Malbec, Merlot, Cabernet Sauvignon, Syrah, Sangiovese y Tannat, además se comenzó con la reconstrucción de la antigua bodega, en la casa que construyera el inmigrante suizo Joseph Favre en el año 1874 en Colón. Fue una de las tantas bodegas que quedaron abandonadas luego de la ley de prohibición.
La primera experiencia como productor de uvas y elaborador de vinos para comercializar la realiza Jesús Vulliez, quien, como ya dijéramos, sus abuelos y bisabuelos fueron también viñateros y bodegueros, desciende del inmigrante francés, Michel Vulliez-Sermet, cuyo apellido la da el nombre a la bodega. La Bodega Vulliez-Sermet elabora también vino con uvas provenientes de otros viñedos de productores entrerrianos de la zona.
El renacer de vitivinicultura en Entre Ríos es hoy una realidad. La Asociación de Vitivinicultores de Entre Ríos – AVER – reúne a más de 60 productores que tienen hoy sus viñedos y comienzan a elaborar sus vinos. El gobierno de la provincia, en apoyo de esta iniciativa, ha lanzado en el año 2011 un Plan de Desarrollo Vitivinícola 2011- 2020 con la finalidad de promover la vitivinicultura en la provincia como una actividad productiva y económicamente sustentable.
Leonardo Centurión, presidente de la Asociación de Vitivinicultores Entrerrianos reconoció que “Hacer vino está en la memoria de todos los descendientes de inmigrantes, casi todos nuestros antepasados sabían cómo cultivar la vid y elaborar el vino. Incluso muchas plantas vinieron en los barcos y en los baúles desde Europa, como objetos preciados de sus vidas”, y retomaron esa huella, tan vieja como poco conocida, y la pensaron como un buen elemento de integración con el cercano Uruguay.
Para desarrollar y garantizar una tipicidad que represente a la región, se recurrió a un técnico uruguayo para asesorar a los productores, en Argentina es difícil conseguir un profesional para esta tarea, los especialistas egresan solamente de las universidades de Mendoza y del Comahue, en Neuquén. Con la finalidad de paliar esta falencia, se está desarrollando un proyecto tendiente a poner en funcionamiento, en la localidad de Victoria, la carrera de Técnico en Enología y Mantenimiento de Frutales, con el objetivo de formar profesionales entrerrianos.
En opinión de Vulliez, la vitivinicultura dio un salto cualitativo en los últimos 25 años, pero hace 10 dio otro, esta vez geográfico, incluyendo emprendimientos como el de Entre Ríos y otros sitios no tradicionales que buscan su lugar en el mapa de los vinos nacionales. Entre Ríos quiere mostrar sus vinos al país y al mundo. Vinos de buena intensidad, de tintes violáceos, elevado aroma y taninos suaves y amables, donde la fase olfativa es la que más difiere respecto de las variedades finas de Cuyo. Algunos productores, con el apoyo del INTA, intentan modelar un vino auténticamente local a partir de la cepa Marselan, un cruce entre Garnacha y Cabernet Sauvignon, muy poco conocida en el país, no así en el Uruguay.
Además de la zona de Colón, la industria se extiende por otros lugares de la provincia. En Victoria hay dos bodegas, “Corrales Vier” y “Borderío”, y diez viñedos, que en total se extienden sobre una superficie de unas 22 hectáreas. En los departamentos de Paraná, Diamante, Nogoyá, Gualeguaychú, Concepción del Uruguay, Concordia, Federación y La Paz, existen 60 productores y el desafío es llegar al año 2020 con 500 hectáreas de viñedos plantadas y una producción de dos millones de botellas.
Jesús Vulliez, que además de economista y ex presidente del Centro Vitivinícola de Entre Ríos, recuerda que el suizo Joseph Favre, en 1874, plantó las vides y construyó una bodega, la cual adquirió a sus tataranietos y en la planta alta albergó a su familia. Los vinos elaborados en la Bodega Vulliez-Sermet se definen como vinos de terroir, tanto por su elaboración como por la filosofía que respalda a la misma. Sin realizar ninguna modificación en la composición del mosto, y sólo con el manejo del viñedo y de la bodega, se respeta y garantiza la autenticidad y tipicidad de la región.

Los vinos de la Bodega Vulliez-Sermet se caracterizan por presentar una muy buena intensidad de color con tintes violáceos, elevada fuerza aromática y taninos suaves y amables, lo cual permite, por su buena estructura, consumirlos jóvenes sin afectar su aptitud para crianza. En los aromas se denota la tipicidad definida por el terroir, pero sin alejarse de la definición aromática de cada variedad. Por otro lado, apostando a obtener la mayor complejidad posible dentro de lo que es una propuesta mono varietal, cada una de las líneas es el resultado de diferentes elaboraciones de la misma variedad pero vendimiada y elaborada en forma diferente. Una vez que se tienen dos, tres o más vinos de la misma variedad se elabora el Blend varietal que mejor exprese al terroir. El debut oficial de los vinos de la bodega, elaborados con uvas de sus propios viñedos, fue con un Malbec y un rosado.
Estoy contento, porque pude resolver el interrogante que me asaltó en la feria de vinos en Punta del Este y, sobre todo, porque pude observar a grandes emprendedores, como Jesús Vulliez, que están dispuestos a revivir esa vieja tradición familiar traída desde Europa y dándole continuidad en estas nuevas tierras y por intentar recuperar los 66 años perdidos gracias a Agustín P. Justo.


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