sábado, 6 de agosto de 2016

Mi experiencia con la gastronomía en Italia Parte III: Roma



VII Visión sobre la gastronomía romana

En Roma, se tiene la sensación de que se comerá bien en cualquier restaurante en el que uno entre, mejor o peor, pero siempre bien. En un bar de la Via Vittorio Emanuele II o en restaurante Royal, uno de los más pretensiosos de los que están frente al Coliseo, se come bien.


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En una mirada superficial, se advierte que la presencia de restaurantes de la denominada cocina étnica es escasísima. En 5 días que estuvimos en la ciudad, sólo vimos un restaurante indio escondido en una casa en la Via Alessandro Mazoni. Nada de cocina peruana, ni de sushi. Reitero, no es que no los haya, no lo sé, sólo digo que no los encontré a simple vista. Hay, sí, un restaurante argentino cerca de Plaza Navona. Se llama Baires y tiene una oferta muy variada de platos nacionales y regionales, algunos de ellos difíciles de conseguir en Buenos Aires (v. g., el Yopará de nuestro Litoral). No faltan, claro está, los negocios de McDonald’s y de otras cadenas globalizadas; pero el estilo urbano, como lo explico en otro artículo, exige una dedicación para encontrarlos.

Tampoco hay restaurantes regionales italianos en Roma. Los platos regionales que se ofrecen son los que han sido nacionalizados (v. g., la Pasta a la boloñesa o la Pizza).

Casi todos los restaurantes ofrecen cocina romana, es decir, una serie de platos propios del Lazio y de la ciudad (Satimboca, Alcauciles a la judía, etc.) y una de aquellos platos de la cocina italiana más globalizados (Pizza, Pasta, etc.). Tampoco se encuentran especializados. No hay pizzería, por ejemplo, como en Buenos Aires.

Los platos de la comida local son tan sencillos como sabrosos y uno se deja atrapar por ellos en un gesto de simple hedonismo, sin ensayar búsquedas intelectuales, como hice en Venecia y Sicilia. Pareciera que Roma, a la hora de sentarse a comer, se basta a sí misma y carece de la necesidad de buscar otros horizontes culinarios.

VIII Algunos platos de la cocina romana

Me saqué el gusto de comer Saltimboca a la romana. El plato tiene la sencillez de un huevo frito. Por ello, es que es tan difícil de hacer. Lo comí en dos restaurantes. En un bar sobre la Via Vittorio Emanuele II, en la esquina con la calle Vicolo Savelli, a tres cuadras de Piazza Navona (no recuerdo el nombre del establecimiento) y en el restaurante Il Padellaccio 2 en la Viale Alessandro Manzoni, a metros de la Via di Porta Magiore.

El primero no parecía más que un bar o, en todo caso, un restaurante al paso en donde almuerzan trabajadores de oficina. De hecho, salvo nosotros, no parecía haber personas ociosas almorzando con morosidad (en su mayoría, las mujeres vestían uniformes de atención al público de empresas comerciales y los hombres lucían corbatas). El plato estaba muy bueno porque el salado del jamón crudo no sobresalía sobre el gusto de la carne y el delicado aroma de la salvia. Un par de copas de chianti completaron el placer de ese mediodía (me gustan los vinos italianos, más dulzones y untuosos que los franceses y españoles).

En Il Padellaccio 2, el plato no me pareció tan bueno, aunque no estaba mal (por ejemplo, la salsita que se forma en la cocción rápida del plato no estaba bien trabada). Aunque nos cobraron un poco más caro, fuimos compensados con un espectáculo inesperado. Juagaban La Roma y el Bayern Leverkusen un partido por la Champion Ligue en Munich. El restaurante estaba lleno de sufrientes tifosi de La Roma.

Otros lugares en donde hemos comido muy bien fueron el ya mencionado Royal frente el Coliseo, Otelo en el Trastevere y La Taverna Italiana también en la Viale Alessandro Manzoni. En estos locales hemos comido platos romanos como Escalopes al marsala, Alcauciles a la judía, Pasta a la boloñesa y Carnes grilladas, invariablemente acompañadas con papas al horno.

Aquí concluye este pequeño periplo por la cocina italiana. Fueron 11 días maravillosos por Venecia, Sicilia y Roma en donde cada plato supo a gloria, porque hasta donde las preparaciones fueron fallidas, resultaron sabrosas… y los vinos, excelentes compañeros en la mesa.

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