jueves, 12 de noviembre de 2015

SAN JUAN

Por Willy Cersósimo
Noviembre de 2015
Con los ojos llorosos y los pies en el muelle de un puerto de Italia, la familia despedía a uno de sus hijos en su partida hacia el nuevo mundo, a donde venía a hacer la América.
 
Las imágenes pertenecen al autor

El “pequeño vigía lombardo” se afincó en California, allí probó suerte pero las cosas no resultaron ser tan buenas como le habían prometido, llegó a sus oídos la noticia que en otro país, también americano, el presente y el futuro eran mucho más promisorios que en el lugar donde estaba. Hacia allí partió, rumbo al “fin del mundo”, paso un breve tiempo en suelo chileno hasta que se animó a cruzar la codillera y llegó por fin a la tierra del sol, la provincia de San Juan, era el año 1862 cuando José Graffigna se estableció en la zona de Concepción, no sólo traía consigo una gran experiencia vitivinícola ganada en su país natal, sino también excelentes variedades de uvas europeas que incorporó a nuestros suelos. Tres años más tarde, al ver que todo resultaba como se lo habían contado, le pidió a su hermano Juan que viniera a trabajar con él. Trabajaron juntos hasta que Juan Graffigna decide independizarse y se separa comprando tierras en la zona de Desamparados, las mismas tenían las características ideales para el cultivo de la vid y además, continuando con la tradición familiar, comenzó modestamente con las actividades de la bodega. Su situación mejora notablemente, su emprendimiento se expande y prospera más allá de de lo que se había imaginado, pero la felicidad no era completa, a pesar de su bonanza económica el hecho de no tener hijos lo preocupaba enormemente. Sentía que tanto trabajo y esfuerzo carecían de sentido al no tener una descendencia que pudiera continuar su sueño. Es entonces cuando decide hacer lo mismo que su hermano años antes, le solicitó a su otro hermano, Luis, que permanecía en la lejana Italia, que le envíe a su hijo mayor para que lo ayude. Es así como Santiago, su sobrino, seducido por la descripción de estas tierras, decidió embarcarse en busca de un porvenir mejor, llega con tan sólo 12 años de edad y una lira en el bolsillo para acortar la distancia entre el puerto de Buenos Aires y la casa de su tío Juan.
Santiago comenzó las actividades en la pequeña bodega familiar en 1870 dándole un giro copernicano y pese a su corta edad logró que esta despegue definitivamente hacia el destino de grandeza que la historia le tenía reservado, el de ser la bodega más antigua de San Juan, la segunda con más trayectoria a nivel nacional y una de las más emblemáticas de la Argentina.
Antes de que aparecieran las bodegas, San Juan se dedicaba al pastoreo, a la crianza de animales y a intercambiar ganado con Chile. Ese era el principal movimiento económico. Pero fue en el siglo XIX que se empezó a ver que el clima era el indicado para darle trascendencia a la vid y empezaron a construirse las primeras bodegas, que le dieron a San Juan una fisonomía distinta, siendo este el inicio de la vitivinicultura.
Estos hombres, pioneros de la industria, fueron claves para el desarrollo de la provincia. Había tantos viñedos, que hubo un momento en que llegaron a producirse 1.000 millones de kilos de uva. Por supuesto que la tecnología de ese momento no poseía los adelantos de la actual, por eso es que todas las bodegas tenían su destilería a las que destinaban el vino que no se encontraba en óptimas condiciones y lo convertían en bebidas espirituosas.
Alrededor de los años ‘40, la industria vitivinícola en la provincia era tan importante que San Juan ya estaba señalada como la segunda productora de uvas y vinos en el país, detrás de Mendoza. En Argentina por entonces se consumía 90 litros de vinos per cápita y por eso es que un viñatero con cinco hectáreas podía tener capataz, encargado de finca y andaba en auto último modelo.
Sin embargo, la industria luego atravesó distintos problemas además del cambio que sufrió el gusto del consumidor. A consecuencia de ello al vino le aparecieron competidores como la cerveza y las gaseosas lo que llevó a que bajara drásticamente el consumo per cápita. Esto provoco que los viñateros chicos le dieran paso a grandes diferimientos lo que derivó en la reconversión vitivinícola, cambiando las vides comunes por las de varietales. De unas 350 bodegas que llegó a haber en la provincia, en la actualidad solicitan permiso de elaboración alrededor de unas 150.
Esta evolución de la vitivinicultura sanjuanina es sin ningún lugar a dudas la evolución que en paralelo observo Bodegas Graffigna. 
Luego de unos de años de trabajo y de comprobar que la bodega prosperaba al mismo ritmo que antes de su llegada o a uno aun mayor, Santiago le pidió al resto de la familia que vinieran a América y es así como llegaron para trabajar juntos, sus padres y sus hermanos. La familia trabajó varios años en la propiedad que le habían arrendado a su tío Juan en lo que ahora es Bodegas Graffigna. La familia empezó a agrandarse cuando Santiago se unió en matrimonio con Doña Catalina Del Bono, con la cual tuvo 12 hijos, y en ese mismo año su padre, Luis, decidió volver a su Italia natal.
La empresa continuaba creciendo, entonces Santiago decidió llamar a su hermano Emilio de 16 años que seguía viviendo en Italia para sumarlo al emprendimiento familiar. Luego con el correr de los años se asociarían creando la “Sociedad Santiago Graffigna”.
En la bodega se producía vinos blancos y tintos de cepas originarias de Francia, genéricos de alta calidad, los cuales se vendían en cascos. También aparecieron los primeros “generosos”, el oporto “Don Santiago” fue uno de ellos.
La llegada del “caballo de hierro” a la ciudad de San Juan, el 12 de abril de 1885, trajo montado sobre sus rieles al progreso. Para Santiago significó que las ventas de su bodega se multiplicaran por diez. Ante este abrupto cambio se adquirieron modernas máquinas y se adoptaron nuevas técnicas de elaboración lo que le permitió producir vinos de mayor calidad. Debido a la gran demanda de los vinos, en 1896 se registró la marca "Colón" y se intensificó el comercio de vinos con Buenos Aires y otras regiones del país. Se inauguró el primer galpón importante de la actual bodega, que para el cambio de siglo estaba construida casi en su totalidad. El nombre “Colón” se adopto a modo de homenaje al barco del mismo nombre que lo trajo a la Argentina. Aquellos inmigrantes italianos sabían bien que la fortuna no es ciega y distingue muy bien a los holgazanes de los trabajadores y ellos siempre eligieron trabajar, ese ímpetu fue lo que llevó a Don Santiago Graffigna a reinvertir sus ganancias hasta triplicar la extensión sus tierras.
Desde un principio Santiago Graffigna junto con su bodega ocupó un lugar destacado en la viticultura nacional. Desde sus comienzos, la primera bodega de San Juan se ha caracterizado por ser una bodega innovadora y pionera. Don Santiago fue responsable del lanzamiento de la primera marca de vinos de la Argentina, de la extensión del ferrocarril hasta la provincia de San Juan, del sistema de elaboración por gravedad, de la venta del primer vino embotellado, y hasta de la primera transmisión de radio fuera de Buenos Aires, a través de “la radio del Vino”. Todos hitos que muestran el espíritu emprendedor del fundador de Bodega Graffigna. Fue tan visionario que para ordenar la empresa que quedaría en manos de tantos hijos conformó la primera Sociedad Anónima de Cuyo.
En 1913 su hijo Juan A. Graffigna, regresó de Italia con el título de enotécnico obtenido en la Escuela de Alba en Milán, asumió la dirección técnica del establecimiento y produjo cambios sustanciales en los métodos enológicos y en las técnicas de elaboración, introdujo en la Argentina el uso del frío en la vinificación, instalando los primeros compresores, como también el uso del anhídrido sulfuroso líquido y dosable, trayéndolo en tubos desde Alemania, lo que le permitió obtener nuevos tipos de vino. Juan, fue uno de los que más impulso le dio a la bodega, por entonces Colón, pero lamentablemente falleció a los 33 años quedando como sucesor su hermano Alberto.
Los otros hijos continuaron juntos casi hasta el momento de la venta, al grupo “Allied Domecq”, el 11 de enero de 1980, salvo un par de ellos que se retiraron antes en el año 1962.
En 1921, se plantaron nuevos viñedos seleccionados tanto en Ullum como en Pocito, en 1922 se comenzó la construcción de la Bodega “Rinconada”, para la elaboración del vino tipo licorista que se utiliza como base para la producción del vermouth, especialmente para la empresa Cinzano.
Entre otras singularidades, Santiago Graffigna poseía una cuba de 200.000 litros de capacidad que hizo construir en Francia y era la de mayor tamaño de Sudamérica.
La Bodega “Rinconada”, proyectada por Juan Graffigna, fue una obra modelo en su género. Llamada familiarmente "Don Juancito", la bodega constaba con un edificio de tres pisos con piletas, que permitía realizar las tareas enológicas por el uso simple de la fuerza de gravedad, disponía de tonelería, usina termoeléctrica, talleres y desvío ferroviario que permitía el ingreso de los vagones de transporte hasta la misma bodega y era considerada la más moderna del mundo en su momento. Ese mismo año se trajeron vides americanas resistentes a la filoxera y se efectuaron los primeros ensayos de injertos. Todo esto los convirtió en los primeros pioneros de la región.
Santiago Graffigna vuelve a su Italia natal a visitar a su familia y tal vez inconscientemente porque sabía que su fin estaba cerca, la muerte lo sorprendió el 4 de diciembre de 1923, cerro sus ojos atesorando la imagen de su querida Italia, pero su última voluntad era que sus restos descansaran en su segunda patria, su amada San Juan, donde una gran multitud despidió sus restos. La firma perdía a su fundador, pero seguía con sus proyectos.
En 1925 se inició la plantación de la colección ampelográfica más completa del país. Con el afán de mejorar los vinos de la bodega, se cultivaron más de 800 variedades de uvas importadas de diversos países de Europa, para estudiarlas y observar cuáles eran las mejores para cultivar por su adaptación al terroir.
En 1926 se inició con la actividad de radiodifusión, instalándose la primera broadcasting del interior de la república, en 1930 funcionó por primera vez en forma oficial, en 1942 se construyó una nueva planta transmisora con un nuevo mástil irradiante de 216 m. de altura, por ese entonces, el más alto de América del sur. Así, en los albores de la radiofonía, Graffigna ofrecía al pueblo audiciones literarias y musicales desinteresadas, contribuyendo a la expansión del arte, la cultura y difusión de doctrinas intelectuales y religiosas. Asimismo, cumplió la función de defender la reputación del vino frente a las campañas de difamación del mismo.
En 1927 se inició, en escala reducida, el embotellamiento de los vinos en San Juan, siendo una de las primeras bodegas del país en hacerlo. Se comenzó con equipos rudimentarios, semiautomáticos pero con el tiempo se fueron perfeccionando las técnicas, y pocos años más tarde, la bodega contaba con un equipo fraccionador que rendía tres mil botellas por hora, facilitando la comercialización y la distribución de los productos en todo el país.
Para la década del 30, la línea Colon ofrecía el blanco "Ullum Seco" y el "Tinto Francés" y la línea "Santiago Graffigna" de vinos comunes, entre otros. Entre los numerosos productos y marcas que abastecían se encontraba el afamado Jerez "Tío Paco" y el Oporto "Cordero".
El 15 de enero de 1944, la naturaleza, que tanto ayudó año tras año a la Bodega Graffigna obsequiándole unas abundantes vendimias para producir sus espectaculares vinos, quiso en una sola noche cobrase todo brindado, un violento terremoto de 7,4 grados de la escala de Richter, (que mide energía liberada) produjo la destrucción de casi el 80 % de la ciudad de San Juan, las bodegas "Colón" y "Las Lomas" fueron destruidas parcialmente, las mediante un trabajoso plan de reconstrucción y modernización fueron puestas en funcionamiento nuevamente, la familia Graffigna salió adelante una vez más gracias al trabajo y la dedicación.
Sin embargo, lejos de sustentar su presente en el legado de los pioneros, la bodega en los últimos años continuó por el camino de la innovación y siguió marcando tendencias. Actualmente incorporaron una selectora óptica de uvas, que separa los granos permitiendo lograr un altísimo grado de eficiencia, ya que con un sistema de cámaras permite detectar las uvas que son de alta calidad de aquellas que presentan defectos y asegurar que a la fase de fermentación vayan solamente los mejores granos.
La Bodega Graffigna se asoció a Riedel, la gran casa de cristalería reconocida a nivel global, para desarrollar en conjunto la primera copa diseñada especialmente para apreciar las cualidades organolépticas de nuestra cepa insignia, el Malbec Argentino. Se testearon distintos tipos de copas, tanto en la Argentina como en Estados Unidos, y la elegida que puede ser utilizada por cualquier empresa ya que pasó a formar parte del abanico de opciones para degustar distintos varietales que tiene la cristalería Riedel. Graffigna con esta iniciativa ingresa al grupo de bodegas que tratan de construir una imagen fuerte del Malbec, tanto para el mercado interno como para el externo.
En el año 1980 la familia Graffigna decide vender la bodega al grupo “Allied Domecq” que luego la puso en manos, por medio de una operación de venta, del grupo francés “Pernod-Ricard”. En el año 2003, en homenaje al gran pionero Santiago Graffignia, decidieron armar un museo el cual recibe ni más ni menos que 18.000 visitantes por año. Se trata de un espacio pensado para descubrir una parte fundamental de la historia de la vitivinicultura argentina y que fue declarado de Interés Cultural por la Secretaría de Turismo y Cultura de San Juan, de Interés Turístico Nacional por la Secretaria de Turismo de la Nación y, además, fue reconocido por la UNESCO como ejemplo de Turismo Cultural Sostenible. El Museo “Santiago Graffigna” es uno de los museos más representativos de la vitivinicultura nacional con un establecimiento de 1.200 m2 cubiertos y que suma otros 1.000 m2 en áreas exteriores. Está compuesto por la zona de cavas, un patio de cubas, las zonas de oficina -donde funcionaba la primera radio -, así como un pequeño viñedo experimental donde se puede conocer las características de las cepas y los procesos de poda y cosecha. Es un museo emotivo, dedicado a la figura de Don Santiago, al ingresar se pueden ver elementos que para él eran sumamente importantes: la familia y el trabajo, ya que fue una personalidad que tuvo un peso muy importante, no sólo entre los Graffigna, sino para la sociedad de sanjuanina en su conjunto, al dedicarle toda su vida a la vitivinicultura. La familia donó algunos elementos clave, como el archivo fotográfico, la trochita, uno de los camiones, entre otras muchas cosas.
El porfolio de productos que en la actualidad elabora Bodega Graffigna está compuesto por una línea base denominada Centenario, de calidad reserva. Es decir que registra, como mínimo, un año de crianza en bodega para los tintos y de 6 meses para los blancos. Dicha línea está conformada por cinco variedades para el mercado doméstico: Malbec, Cabernet Sauvignon, Shiraz, Pinot Gris y Chardonnay, los cuales son elaborados a partir de viñedos ubicados en Pedernal, a 1.400 metros por sobre el nivel del mar, en el Valle del Zonda y Calingasta a 1.000 metros por sobre el nivel del mar.
La línea Gran Reserva, en tanto, está conformada por un Malbec y un Cabernet Sauvignon y es producida con uvas exclusivamente procedentes de Pedernal, al sudoeste de San Juan, una región que ofrece un clima con una gran amplitud térmica, poca cantidad de agua de lluvia, un suelo singular y poca humedad ambiente lo que le dan a la uva un sabor y aromas que las hacen muy diferentes a las de otras zonas vitivinícolas, convirtiendo a los vinos sanjuaninos en únicos. Esta línea registra un paso por barricas de 18 meses en roble, 50% del cual es nuevo. Por último, al tope de gama es un blend, el “Santiago Graffigna”, que se elabora cada año con uvas Malbec, Shiraz y Cabernet Sauvignon y es el resultado de la selección de los mejores viñedos que la bodega posee en Pedernal.
Hace unos años atrás visite San Juan y obviamente pasé por Bodegas Graffignia, donde pude, a pesar ser una gran bodega industrial, palpar un intenso clima familiar, más específicamente un clima de familia bien italiana, lo que me hizo vivenciar lo que sentía en mi infancia y muy emocionadamente levante una copa de un excelente Shiraz y frente a un cuadro de Don Santiago brinde por mi abuelo Francesco, que casualmente vino de Italia también a los 12 años, mientras los ojos comenzaban a ponérseme llorosos. Salud.


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