miércoles, 7 de octubre de 2015

MENDOZA

Willy Cersósimo
Octubre  de 2015

Cae la tarde, la noche comienza a tender sus sombras sobre el último día del apacible verano de 1861, cuando el reloj marco las 20.36 de repente la tierra rugió. Muchos mendocinos estaban en misa, otros en sus casas a punto de cenar o ir a dormir, otros en el mítico Club del Progreso y los soldados en el cuartel recibiendo su paga, en un instante sus vidas cambiaron para siempre, el infierno se abrió bajo sus pies y la muerte dijo presente. Un sismo de intensidad 7,2 grados (en la escala de Richter, que mide energía liberada) y de magnitud IX o X (según la de Mercalli, que mide daños) sacudió a la capital de la provincia de Mendoza destruyendo por completo la Ciudad reduciéndola a una masa de escombros y aniquilando a más de 4200 personas, el 40% de su población.
 Las imágenes pertenecen al autor 
Luego vinieron incendios con el gas de algunas de las tiendas más modernas, desborde de aguas ocasionada por la obstrucción de las acequias y saqueos entre otras consecuencias.
Si bien se sintió con más violencia en Ciudad (su centro era la actual plaza Pedro del Castillo), también repercutió en toda la provincia, hubo daños y muerte en Guaymallén, San Vicente (así se llamaba Godoy Cruz), Luján y Valle de Uco.
El caos fue total, no había comida ni agua potable y los vándalos aprovecharon para robar todo lo imaginable, lo que obligó al gobernador Laureano Nazar a imponer el estado de sitio y sólo permitió el ingreso a la ciudad a las fuerzas del orden y para salir fuera de la provincia únicamente podía hacerse con un pasaporte, mientras tanto los heridos eran socorridos en la Plaza Mayor y la Alameda. Todo esto provocó que muchas familias se mudaran a sus quintas o a la ciudad de San Juan.
Luego comenzó a llegar la ayuda, alimentos, dinero, medicamentos y materiales de construcción enviados por la Nación, por otras provincias y también de países limítrofes, incluso desde Europa.
Pasado este caótico período, que duró varios años, empezaron a circular las propuestas para trasladar y reconstruir la ciudad, Mendoza y su gente debieron invertir muchos años y recursos para volver a levantarse.
Maipú, fue una de las zonas a donde se pensó trasladar a la ciudad destruida, en aquellos años posteriores al terremoto de 1861, por eso es que allí se comenzaron a erigir algunas viviendas y edificaciones aunque luego la idea no prosperó.
Entre los muchos profesionales que contribuyeron con la reconstrucción se encuentra el Ing. López Frugoni, responsable entre otras obras de la construcción de “La Mercantil Andina”, el “Banco Hipotecario”, el “Banco de Mendoza” entre otros edificios emblemáticos de Mendoza que marcan sin ningún lugar a dudas parte de la idiosincrasia de la provincia.
Este notorio profesional levantó en Maipú en 1869 una Bodega, por encargo de uno de los precursores de la actividad vitivinícola cuyana en aquellos años tan difíciles luego del gran cataclismo, sus amigos lo llamaban “Pepe”, su nombre era Raúl José Guevara.
La edificación fue totalmente innovadora, se utilizaron técnicas antisísmicas muy adelantadas para la época, ya que José, el hijo de “Pepe”, quien había sido enviado a estudiar enología a la prestigiosa escuela italiana de Conegliano, avizoró junto a su padre que se podía construir una bodega que aguantara los embates de los terremotos y que además fuera modelo.
Junto a esta, Guevara construyó su casa familiar, edificación que fue como la bodega igualmente de innovadora para la época por su espectacular diseño antisísmico y algunas otras características especiales, como por ejemplo, un sistema de refrigeración constituido por acequias internas que hacían circular el agua de riego en forma subterránea por debajo de los pisos de la casa, las que desembocaban en una fuente ubicada en el patio interno.
Para ambas construcciones se tuvo en cuenta el manto de piedras que posee la zona en sus capas inferiores, las que amortiguan el movimiento sísmico.
Todos los materiales con los que fueron construidas las vasijas fueron traídos de Europa: ladrillos de origen inglés, cemento de Alemania y maquinaria francesa e italiana. El techo de barro y caña, se hizo a fin de mantener un ambiente ventilado y fresco, con el agregado de cal que al combinarse con el gas carbónico producto de la fermentación fue convirtiéndose en calicanto.
Tan buena fue la construcción de la Bodega de los Guevara que persiste en la actualidad, convirtiéndola en la Bodega más antigua de Mendoza, fundada en 1869 y produciendo vinos hoy en el 2015 bajo la denominación de Bodega Familia Di Tommaso.
En Mendoza, la vitivinicultura a escala industrial se desarrolla a partir de las últimas décadas del siglo XIX, permitiendo reorganizar el territorio como espacio productivo, social y simbólico. La explotación intensiva del monocultivo de la vid llevó a que se multiplicaran las pequeñas propiedades estructuradas sobre un sistema de riego heredado de las antiguas culturas indígenas. El patrimonio de la producción como resultado de la cultura vitivinícola, abarca un conjunto complejo de obras y bienes que se ubican tanto en el ámbito rural como urbano, y que pertenece tanto a la actividad agrícola como a sus derivados, la industria y los servicios.
Coquimbito y Russell, donde se encuentra la antigua bodega de los Guevara, son distritos de producción agrícola del departamento de Maipú. Su terreno es llano y posee el marco de la montaña al oeste, en cambio al este y al sur se encuentra la ciudad de Maipú, atravesando su territorio los canales Pescara y Chachingo. La zona prosperó a lo largo del tiempo en torno a la producción del vino, se ampliaron los canales de riego y los caminos que facilitaron la comunicación, paralelamente se incrementaron las plantaciones de olivares y frutales. El paisaje se vio transformado por las barreras de álamos que sirvieron para cortar el molesto viento que permanentemente sopla en el lugar, sirviendo además para la provisión de madera que demandan las distintas actividades agrícolas. Los arboles también sirvieron para mitigar el tórrido clima estival con sus frondosas copas, que al ser colocados a la vera de los caminos se entrelazan formando “túneles” perfectos. 
Por el potencial que poseían para la producción del vino, los terrenos sufrieron una gran demanda y por ello se parcelaron en unidades productivas de tamaño mediano a pequeño. 
La construcción de las bodegas, las casas patronales, talleres, depósitos, salas de máquinas y otras construcciones que proveían los distintos productos que demandaba la actividad principal fue transformando demográficamente la comarca. Las casas patronales instaladas junto a las bodegas fueron delineando un estilo de parquización propio, además se fueron incluyendo las viviendas para los obreros que laboraban en los establecimientos. Arquitectónicamente los edificios que se construyeron en este período posen las características propias de los estilos reinantes a fines del siglo XIX y principios del XX como ser, el italianizante, el modernismo y el pintoresquismo entre otros.
Los hombres que convocaba la actividad vitivinícola para trabajar en ella se fueron instalando junto a sus familias a la vera de los caminos formando lo que se denomina poblaciones lineales. No obstante el crecimiento urbano de estas poblaciones lineales dio origen a pequeños poblados, cuyo desarrollo y consolidación se produce en la etapa de expansión vitivinícola a partir de la década del 30.
En lento pero permanente crecimiento que tuvo la ciudad de Mendoza luego del terrible terremoto de 1861 tomo un ritmo vertiginoso a partir del año 1885. El responsable? El caballo de hierro. El Ferrocarril llega a Mendoza y cambia de una vez y para siempre la economía de la ciudad y su zona de influencia.
La industria del vino debido a los requerimientos del mercado interno, el cual se expandió geométricamente, determinó que se comenzara a elaborar el vino en grandes cantidades y ahora podía expedirse rápidamente. Esto requirió un nuevo tipo de bodega que pudiera afrontar las nuevas necesidades productivas. Los complejos edilicios se transformaron en establecimientos vitivinícolas y requirieron nuevas construcciones con fines habitacionales y productivos. Se delimito de manera expresa el sector de la bodega, dejando bien en claro que era el sector productivo en donde se desarrollaba la actividad vinícola, por otro lado estaban el resto de las edificaciones que cumplían un rol de soporte para la actividad principal, como las casas patronales, las que albergaban a los obreros, los talleres y los depósitos.
Esto produjo que los edificios tuvieran dimensiones que sobrepasaron la altura de las otras construcciones de la zona, la calidad constructiva y técnica los transformó en verdaderos hitos del lugar y representantes del progreso económico e industrial de Mendoza frente al país y al mundo.
El cultivo intensivo de la vid requirió de trabajo y control constante, generando la necesidad que tanto los propietarios como los obreros se instalaran permanentemente en los establecimientos. Las casas patronales desde un principio se construyeron con jardines y huertas, pero con el transcurrir de los años los establecimientos de mayor jerarquía se fueron rodeados de jardines que las jerarquizaran y a su vez permitían la separación de las funciones productivas del resto dentro del establecimiento, costumbre, aunque aggiornada, se mantiene en la construcción de las bellas y hermosas bodegas en la actualidad.
Dado al creciente número de obreros que demandaba la actividad, ya sea de forma directa o indirecta, no todos los establecimientos pudieron mantener la costumbre de poseer viviendas para ellos. Esto ocasionó, como ya dijimos, que se fueran originando caseríos, pequeños poblados cercanos a las bodegas y en las márgenes de los caminos.
Podemos observar en la actualidad a distintas bodegas que lograron sobrevivir al paso del tiempo gracias a la oportuna transformación descripta, ellas son: la Bodega familia Di Tommaso (1869), la Bodega La Rural (1889), y la antigua Bodega La Superiora actual Kyoshin Trading S.A (1910) entre otras.
En la actualidad la antigua bodega Guevara, se encuentra localizada a 20 Km. al sudeste de la ciudad de Mendoza se encuentra bajo la conducción de la familia Di Tommaso lo que la da su nuevo nombre: “BODEGA FAMILIA DI TOMMASO”.
Cinco generaciones de viticultores conforman esta casa de amantes de la tierra que vieron en esta vieja construcción la realización de sus sueños y no tardaron en concretarlos. Así los Di Tommaso, restauraron la bodega levantada en 1869 para aplicar los conocimientos familiares que, de generación en generación, han atravesado la historia vitícola local.
Se accede a ella por un túnel natural de Carolinos legendarios, siendo parte de los “Caminos del Vino”. Al ingresar nos recibe el viñedo y sus acequias cantarinas que bordean la propiedad, al estar emplazada entre la viña le otorga una frescura y una belleza extraordinarias.
Hoy en las antiguas piletas circulares, únicas en Mendoza, hechas a fines del siglo XIX con ladrillos ingleses y con moderna tecnología aplicada al proceso de producción, la familia recrea añosas usanzas traídas de Friuli, allá en la lejana Italia, por sus abuelos. Debajo de los cilindros se encuentra un sendero con barricas de roble francés, un lugar cálido y original. Una luz tenue nos conduce a la cava principal, que antiguamente fue una pileta para la conservación de vinos y hoy hace las veces de sala de degustación, donde también se encuentran sus numerosos vinos premiados.
La Bodega cuenta con una producción de 35.000 litros anuales. Gran parte se vende en forma directa y también exportan principalmente a EEUU, aunque han abierto mercado en Dinamarca, Brasil, China y España.
Pensando en el turismo, la bodega cuenta con un restaurante, un museo del vino y una tienda de suvenir, además se realizan cursos de degustación, visitas guiadas por los viñedos, explicación de los procesos de vinificación y reseña de la riquísima histórica sobre los orígenes de la bodega y durante la época de la vendimia se puede participar de la cosecha. Al frente de esta tarea enoturística se encuentra Carolina Ortiz Di Tommaso que trasmite de maravillas la pasión que mamó desde la cuna.
El portfolio de vinos de Bodega Familia Di Tommaso ofrece una amplia gama de opciones que incluye las siguientes líneas: “Varietales”, vinos jóvenes, Cabernet Sauvignon, Malbec, Torrontés y Sauvignon Blanc. “Roble”, con paso por madera, Cabernet Sauvignon, Malbec y Chardonnay. “Crianza”, con crianza en barricas de roble, Cabernet Sauvignon y Malbec. Y la línea “Alta Gama”, con el “Don Angelo Malbec”, el ultra premium de la bodega con botellas numeradas de partidas limitadas. Este Malbec ultra premium, “Don Ángelo”, obtuvo la medalla de Plata en Vinandino 2009. En el rubro “burbujas” cuentan con una excelente Sidra y un espumante Natural Extra Brut, a base de uvas chardonnay y elaborado bajo el método Charmat.
Pero sin dudas la atracción principal de la Bodega Familia Di Tommaso es el “Amabile Blanco Especial”, un vino dulce, generoso, tipo licoroso de 17º que lleva el nombre de “Albina Di Tommaso”, la bisabuela, cuyo rostro se encuentra inmortalizado en la etiqueta. Este tipo de vino se inspira en las raíces de los Di Tommaso, que se encuentran profundamente arraigadas en las costumbres friulanas, donde en los largos inviernos la familia se reúne en torno al fogolar en extensas sobremesas y se consumen vinos diferentes con los postres. Es un vino ideal para acompañar el Tiramisú y la Selva Negra y en los días fríos de invierno es el maridaje perfecto para los chocolates, bombones, frutas deshidratadas como damascos o pasas de uva, las nueces y las almendras, sin dejar de lado por supuesto los quesos maduros y foie de gras.
El producto que llevó tres años en estudio fue galardonado con Medalla de Oro en Vinus 2005. Este premio vino a cerrar una discusión apasionada entre Estela Morandini Di Tommaso, más conocida como Judith, y Osvaldo Ortiz, ambos enólogos y cabezas del proyecto y de la familia, llevan más 30 años de casados y 10 de novios. Cuando Osvaldo propuso colocar un torrontés en una barrica de primer uso, Judith puso el grito en el cielo. A pesar de ello el experimento siguió adelante y a los tres meses, cuando Judith lo probó por primera vez, sin decir palabra comenzó el trabajo de laboratorio del que sacó más de 40 posibilidades para dar el sabor adecuado al “Amábile” y, definitivamente, lo logró. Judith cuenta que su tío Héctor, de 90 años, enólogo del pueblo de Chiasiellis, en Udine, hace un vino parecido para consumo propio.

Me siento mareado, todo se mueve a mi alrededor, estoy escribiendo esta nota sobre vinos pero juro que no tomé ni una gota, la lámpara del comedor del departamento del 5° piso donde vivo se balancea de un lado para el otro como un péndulo loco, ¿qué pasa? Prendo la tele, TERREMOTO!!!!!, 8,3 grados en la escala de Richter, epicentro Illapel, a 177 kilómetros al nor-noroeste de la ciudad costera de Valparaíso, se siente en San Juan, Mendoza y hasta en Buenos Aires. Dios Mío!!!!!!, me rajo por las escaleras no vaya a ser que se desplome el edificio. Pensar que era el comienzo de una apacible noche de este invierno que ya fenece, 16 de septiembre, 19.54 hs, cuando de repente la tierra volvió a rugir.

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