sábado, 8 de agosto de 2015

San Miguel de Tucumán II: Una casa austera, un bastón de mando y el Campo de las Carreras

15, 16 y 26 de octubre de 2014
Empanadas y vino en jarra,
una guitarra, bombo y violín,
y unas cuantas mozas bizarras
pa' que la farra pueda seguir,
sin que falten esos coleros,
viejos cuenteros, que hagan reír.”
(Carmona, Virgilio, “Al jardín de la República”)
Este artículo tiene una primera parte que recomiendo releer.
III Emociones intensas en una ciudad que empieza a quererme
Con el nuevo día, tomamos la decisión de dejarnos ganar por un entusiasmo militante con que enfrentar a la ciudad esquiva y arrancarle, con paciencia y tenacidad algunos de sus secretos. Iríamos, por fin, a la Casa Histórica de la Independencia. Pero haríamos un pequeño rodeo. Es que la Iglesia de la Merced tiene horarios restrictivos y no queríamos que se repitiera la frustración del día anterior en la Iglesia de San Francisco.
 La imágenes pertenecen al autor
Un propósito nos habíamos fijado: contemplar el bastón de mando de Belgrano en manos de la Virgen de la Merced. Ya dije que los edificios que la ciudad muestra a sus visitantes, excepto algunos locales de la Casa Histórica, son posteriores a la Revolución de Mayo. Esta iglesia, por ejemplo, construida en el solar que tuvo asignado desde la fundación de la ciudad, fue terminada en 1950. Esta circunstancia no le quita valor histórico. Antes bien, está construida en un estilo muy interesante que algunos denominan de Restauración Nacionalista y otros Colonial. Consiste en una interpretación de los estilos barroco y neoclásico que se identifican con el siglo XVIII en la América Española que tuvo su auge en el segundo tercio del siglo XX (recuerdo, por ejemplo, que en este estilo estaba construido el frente de la fábrica de Jabón Federal en la calle Intendente Crovara, a metros de la Avenida General Paz, en el Partido de La Matanza). Tenemos la sensación de que se lo ha elegido precisamente para subrayar la importancia histórica que tuvo el templo de los mercedarios, y la imagen de su advocación mariana, en los hechos de septiembre de 1812.
En el cielo raso de la nave principal pueden contemplarse unos frescos que ilustran escenas vinculadas con la Batalla de Tucumán. Se destaca la imagen de Manuel Belgrano entregando su bastón de mando a la virgen y nombrándola generala del Ejército del Norte. Recorrimos la iglesia que conserva, entre otros objetos de interés, trofeos de la Batalla de Salta y quedamos perplejos frente a un escaparate en el que se anunciaba la exhibición de una réplica del bastón de mando... estaba vacío. El fantasma del juego de las escondidas que vimos el día anterior se volvió presente. Fui a la sacristía y allí me dijeron que mirara con atención el camarín de la virgen.
Volvimos a entrar. Efectivamente, detrás del altar mayor, está el camarín, en cuyo frente reza “Salve, Virgo este Generala nostra”. La emoción de ver el bastón en sus manos fue incontenible... la ciudad empezaba a entregarnos sus gemas más valiosas y Haydée y yo a vivir una mañana de emociones bajo un sol brillante y una temperatura abusiva para la época del año.
IV La Casa histórica, una emoción que desborda
La Casa Histórica de la Independencia impone su austeridad en el paisaje urbano como si hubiese sido construida para fundar el sueño de una república democrática. Si se piensa bien, la autonomía de los municipios hispanos, también se corresponden con esta imagen. Su proximidad deja crecer en mí un peso emotivo tan importante que no puedo evitar besar sus paredes... con disimulo, claro está... cuando entramos en ella.
Ignoro la historia de la Casa, cómo evolucionó con los años y qué queda en ella de la primitiva construcción del siglo XVIII. En esta ciudad, los edificios históricos no siempre cuentan con una reconstrucción de su propia historia en las abundantes infografías con que el viajero se enfrenta a cada paso. Pero en el caso de este edificio, esta falla parece carecer de importancia... ¿Qué tiene la Casa Histórica que me atrae tanto?
Vamos recorriendo las salas del museo y una sensación, que es como la vital presencia de un ritual, va creciendo. En la penúltima sala hay un candelabro y una Biblia que han sido elementos propicios para la jura de la Independencia. Muy probablemente se trate de una leyenda, pero me dejo llevar por el lado verdadero y mágico que estos objetos ofrecen. Finalmente, se ingresa a una sala importante. Allí, en esa suerte sancta santorum laico, se declaró y juró la Independencia de toda la América del Sur. Efectos de luces nos conducen imaginariamente hasta 1816. Razono que esa no era la mesa que usó Laprida para leer el Acta (me pareció entender que los muebles que se usaron son los que están casi escondidos a un costado del altar mayor en la Iglesia de San Francisco); pero nada me importa... me dejo llevar por el escenario evocador...
La Casa sigue en un segundo patio apacible con aljibe y jardines y termina en un tercero que remata en una plaza seca que tiene salida sobre la calle 9 de Julio, frente a la Iglesia de Santo Domingo. Allí se exhiben dos murales esculpidos por Lola Mora. Evocan las escenas del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires y la jura de la Independencia en julio de 1816 en esa misma casa. La escena de este último contiene un personaje insertado como si se tratara de un viajero en el tiempo que sólo está como testigo. Se trata del general Roca (presidente de la Nación cuando le encargaron la obra a la célebre escultora tucumana)...
Dejamos la casa henchidos de emoción y nos dirigimos hacia el barrio de la Ciudadela. Llegamos hasta la Plaza Manuel Belgrano, como a un km de la Casa Histórica. Nos han asegurado que allí era el Campo de las Carreras, el lugar en donde formaron las tropas del Ejército del Norte para enfrentar la batalla. También he visto planos en los que se ve la fortificación que hizo construir San Martín en 1814. Es casi el medio día y hace mucho calor. Entrecierro los ojos e imagino evoluciones militares, tan confusas como decisivas (Tucumán, el sepulcro de la tiranía). No sé qué habrá pasado por la mente de Haydée en ese momento, pero yo no daba más... esta ciudad contiene un tesoro intangible maravilloso que sólo se puede ver con los ojos del sentimiento...
V Año 2016, una oportunidad para San Miguel de Tucumán
¿Qué atractivo tiene esta gran ciudad? Un patrimonio tangible al que no siempre se accede con facilidad y un patrimonio intangible que se constituye en la memoria de una historia vertiginosa que va desde setiembre de 1812 hasta julio de 1816.
Si bien el centro histórico está condenado a una inestabilidad de cuarenta años por lo menos debido a la necesidad de retrasar la línea municipal para lograr que la traza sea más transitable, hay un enorme potencial turístico en esta ciudad. Allí donde el objetivo se ha logrado, los edificios parecen más luminosos (La Plaza 9 de Julio, el tramo de la calle 24 de Setiembre de 1812 hasta llegar a la Iglesia de la Merced y la calle Congreso hasta llegar a la Casa Histórica).
Es necesario remover la mezquindad en la exposición del patrimonio tangible en algunos lugares y poner empeño en el cuidado de los detalles, sobre todo en el entorno de la Casa Histórica y en Mercado del Norte. En contraposición, y como un logro significativo, debe subrayarse la profusa distribución de infografías que evocan con solvencia y precisión el patrimonio intangible... basta con leer para darnos cuentas de la densidad histórica que la ciudad posee.
Otro aspecto intangible que está descuidado es la escasa presencia de la cocina criolla en la gastronomía local. En la oficina de información turística nos dieron un folleto titulado “La Ruta de la Empanada Tucumana”. Más de 40 locales en San Miguel, Yerba Buena y Famaillá la conforman. Nos concentramos en los que están en el Centro de la ciudad y, salvo las empanadas que comimos en El Portal y la que probé al paso en uno de los puestitos del Mercado del Norte, tuvimos una franca decepción. Sé que nos quedaron muchos lugares sin visitar; pero me han dicho que para comer buenas empanada, descontando El Portal, claro está, hay que ir a Yerba Buena y Famaillá. En otro artículo me dedico a hablar con más detalle sobre la gastronomía local.
VI La última noche en una ciudad caliente
Volvimos a San Miguel de Tucumán el domingo 26 de octubre. Llegamos como a las dos de la tarde con una temperatura de 40º C, pero no lo sentimos demasiado porque estaba bastante seco. Volvíamos a ver esas calles después de un viaje muy intenso.
Ya dije que San Miguel es una mina difícil, se abre después de mucho trajín por sus calles; pero en ese momento sentimos que habíamos logrado una cierta intimidad con ella.
Lo cierto es que ese domingo, todo nos parecía bello. Comimos algo en una pizzería en 25 de Mayo y Mendoza y fuimos por una siesta, queríamos gastar los últimos cartuchos de nuestro viaje por la tardecita y la noche, ya que al día siguiente habríamos de madrugar.
Después del descanso reparador, salimos del hotel y fuimos a la Iglesia de la Merced, queríamos volver a ver el bastón de mando de Belgrano en las manos de la Virgen. La Iglesia estaba repleta, era la hora de la misa... no pudimos llegar hasta el camarín, pero disfrutamos de ese momento... el primero en nuestra noche mágica en Tucumán. Luego fuimos a la Casa Histórica a presenciar el espectáculo de luz y sonido... fue conmovedor.


Terminamos la noche comiendo empandas en El Portal (sobre la calle 24 de setiembre al 300), las más ricas de todo el viaje, acompañadas por un vino tucumano de Colalao del Valle.

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