sábado, 1 de febrero de 2014

Rosario y el bicentenario de la bandera

25 a 27 de febrero de 2012
UNO
No es original decir que Rosario ha decidido darle la cara al río. En ese sentido se parece más a Montevideo que a Buenos Aires. Desde hace cerca de ochenta años, Montevideo ha decidido tutearse con el río a través de las ramblas que nacen en el puerto y, atravesando muchos kilómetros, llegan hasta Carrasco.
  
Las imágenes son propiedad del autor

En Buenos Aires, en cambio, cuando se recicló el puerto, se construyó un barrio nuevo, pero deshabitado que nos separa aún más del río.
En Rosario, la recuperación de la relación con el río es reciente. A partir del rediseños del puerto y de la parrilla ferroviaria, se ha cambiado totalmente el rostro a la ciudad en los últimos años. ¿Cuántos? No lo sé, ¿diez, quince? No muchos más. No lo sé, porque recién ahora recorro las calles en las que sólo estuve de paso un par de veces.
Hay algunas notas que quiero destacar:
1) Tengo un plano viejo, debe tener más de veinte años porque el número de teléfono de la editorial tiene siete dígitos, y otro actual. Veo en el primero que la ciudad estaba fracturada por las playas de maniobras del Ferrocarril Mitre y los edificios del centro de la ciudad, construidos sobre la barranca, separados del río por la parrilla ferroviaria, los doques y el muelle. Hoy la costanera desde el Parque Urquiza hasta el Parque Sunchales está parquizada en un continuo peatonal lleno de centros culturales, bares, restaurantes y muelles de pescadores. Veo también que la  vieja estación del Ferrocarril Mitre es un enorme shopping y buena parte de las playas de maniobras un parque.
2) Parece que en Rosario el río es un disfrute que atreviesa las distintas capas sociales. Sobre la barranca, a pocas cuadras del Parque Nacional a la Bandera están contruyendo un edificio de departamentos, la publicidad estática que se fija en su empalizada vende departamentos equipado con natatorio, solarium y río.   
3) El sábado caminamos por la costanera desde el Monumento a la Bandera hacia el norte y pudimos verificar que los planos no mienten.
4) El domingo, fuimos hasta el balneario La Florida, también allí el río y los rosarinos viven en comunión. Balnearios públicos y privados, bares y restaurantes y un paseo maravilloso, con muelle para pescadores, casi en el extremo de la ciudad
5) De regreso, dimos una vuelta por el shopping. Allí comprobamos que el parque está y que el reciclado del equipamiento ferro portuario en un barrio  de torres, ocupa un rincón de la ciudad al norte del Parque Sunchales. Salvo por dos enormes torres que parecen estar fuera de escala (¡Uy, qué sospecha!), verdaderamente ese barrio está en un rincón, después de más de treinta cuadras de costanera. Luego viene el estadio de Rosario Central, un área portuaria y los mencionados balnearios.
DOS
Pero no fuimos a Rosario sólo a contemplar el paisaje urbano y verificar las trasformaciones a partir de la cartografía comparada. Fuimos a disfrutar de los festejos del Bicentenario de la Creación de la Bandera Nacional y a comer pescado de río. 
En el hotel nos dieron el programa de las actividades conmemorativas que se llevaban a cabo desde el miércoles 22 de febrero. Obviamente los actos centrales ocurrirían el lunes 27 de febrero. No podríamos asistir a ellos porque teníamos que estar en Buenos Aires temprano, pero el domingo a la noche prometía buenas opciones. Recitales de música popular en distintos puntos de la ciudad y una “Visita guiada a la vida de Belgrano”.
Este último espectáculo fue muy interesante. Se trataba de cinco representaciones teatrales breves que usaban como escenario distintos rincones del Monumento Nacional a la Bandera y de los edificios y parques aledaños. Se formaron tres grupos de espectadores que eran guíados por un locutor que realizaba una introducción histórica en cada cuadro. Los grupos pasaban de un escenario al otro, sin que los cuadros tuvieran que respetar un orden cronológico y confluían en el Pasaje Juramento con una representación casi coreográfica del éxodo jujeño. Los actores terminaban su paso y el público era invitado a sumarse a la marcha. Sobre las escalinatas del monumento, los cuatro actores que representaron a Belgrano dijeron unas palabras finales. El último dedicó a la puesta a Manuel Belgrano, a sus hijos Pedro y Manuela que no pudieron disfrutarlo como padre y los vecinos de la Villa del Rosario que lo vieron pasar casi sin saber quién era. Dedicatoria cargada de poéticas sugerencias, ¿no? La Revolución es siempre un torbellino que arrastra a los hombres por caminos insospechados. 
A la hora de comer pescado seguí diversas recomendaciones (entre ellas, la de Raquel Rosemberg).(1) Fuimos a dos lugares con diversa suerte: Puerto Gaboto en el centro de la ciudad y Parrilla Escauriza frente el balneario de La Florida. En el primero, nos atendieron muy bien y la comida nos dejó plenamente satisfechos (ranas a la provenzal y dorado asado con salsa vizcaina). En el segundo, la atención no fue buena y, fuera de la boga a la parrilla, el resto dejó mucho que desear.
Con todo, la infrecuente experiencia de comer pescado de río es intensa. No nos animamos a caranchar (comer directamente de la fuente en que el pescado es servido, compartiéndola) como hacen los paisanos pescadores, pero lo disfrutamos de todos modos. Tampoco comí surubí que, me han contado, es lo más exquisito que se suele extraer del río. Los peces que comimos eran de criadero. Es probable que los que se pescan directamente tengan un sabor más salvaje; sin embargo, lo prefiero así porque las distintas especies están en riesgo de extinción y un exceso de pesca para el consumo acabaría con ellas.
No sé por qué no podemos acceder a esos manjares en Buenos Aires. No veo que haya mucho más que prejuicio en la falta de interés del porteño que da por supuesto que el pescado de río es excesivamente graso. Otra vez de espadas con el río.
Fuentes de del texto:

(1) 2011, Rosemberg, Raquel, “Rosario siempre estuvo cerca”, En El Conocedor, Buenos Aires, N° 75, pp 106-111.  

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