sábado, 27 de agosto de 2016

La ruta de los vinos de Borgoña II: la cocina



23 a 27 de octubre de 2015
IV Los vinos de Mercurey.
De viajes anteriores, me ha quedado pendiente prestarles más atención a los vinos de la Borgoña.
Las imágenes pertenecen al autor
A 6 kilómetros de Saint Léger se encuentra el pequeño poblado de Mercurey y, en torno de él, el área con denominación de origen más grande de la Cote Chalonnaise. Sus vinos son famosos por su elevado nivel de calidad. La villa se despliega, como tantas otras en Francia a lo largo de la ruta departamental. Fuera del ejido, se encuentran los viñedos desplegado en torno de chateaux señoriales donde residen las bodegas. El paisaje es bello y la ciudad burguesa, apacible… y el paseo por las calles, entre hoteles muchas veces bicentenarios, también.
Algunas tendencias modernas de comercialización se expresan con discreción allí. Tal es el caso de Vin Mercurey. Un local minimalista que permite, con una tarjeta de precio accesible, probar una gran cantidad de vinos locales. Con Bocha dimos cuenta de cremosos blancos basados en la uva chardonnay y delicados y livianos tintos de pinot noir.
Estaba feliz de sentirme en el corazón mismo de los vinos de Borgoña… la felicidad se hizo completa cuando, por la noche, descorchamos una de las botellas que allí compramos para acompañar las empanadas criollas que hice.
V La cocina, el mercado y una caminata por Chalon
La vida de familia no nos dejó, por fortuna, mucho espacio para disfrutar de la restauración local. Por fortuna, digo, porque no es bueno pasarse demasiado tiempo sin comida casera y porque tuve oportunidad de cocinar como si estuviera en casa.
Amo los mercados y, en este viaje, llegué a la Borgoña mal acostumbrado por la abigarrada presencia de imágenes y sabores de Rialto sobre el Gran Canal de Venecia y del mercado de pescadores de Piazza Pardo en la bella Catania. Como tenía que cocinar Empanadas y Estofado de aguja, pregunté a Bocha cuando había mercado en Saint Léger. Lamentablemente, sólo había una feria los martes y nosotros llegamos un jueves y nos fuimos un lunes.
De modo que las compras las hicimos en el supermercado. Yo daba por supuesto que el nivel en este centro de compras, aunque no alcanzara la frescura del mercado, iba a ser muy superior al que tenemos en La Argentina. Craso error. La calidad de los productos en el supermercado era muy similar a la de nuestros supermercados de bajo precio. Las góndolas exhibían muchos vinos de tetra brik y unos pocos en botellas de precios bajos, escasa oferta de aceites de oliva y quesos y verdura de dudoso origen (tuve que tirar una cebolla estragada por el mal uso de la cámara frigorífica), etc. ¡Ah! Los tomates no tenían olor a nada, tuve que usar conserva. La única excepción fue la carnicería, donde pude comprar un corte aproximado a la aguja y una carne adecuada para el recado de las empandas. Por suerte, pudimos disfrutar de los vinos que adquirimos en Mercurey, porque los que ofrecía el supermercado no eran atractivos para nada.
Se me dirá que estaba en un minúsculo pueblo de provincia, pero la verdad es que era un local de una famosa cadena de supermercados franceses y, en su área de influencia, residían decenas de miles de personas. El Carrefour de Ille sur Tet o el de Saint Malo es bastante mejor, pero la distancia con nuestros supermercados no es tan grande, como sí lo es en los productos que se ofrecen en ferias y mercados.
Resueltos los problemas de las compras (básicamente los cortes de carnes y los tipos de harina), me dediqué a disfrutar de la cocina. El estofado de aguja fue acompañado por una pasta asciutta corta que Beatriz tenía. Las tapas para las empanadas las tuve que amasar siguiendo la receta de la tía Chocha. Con esas tapas y su relleno quedé muy bien en casa de nuestros primos porque, previendo estas posibilidades, fui provisto de una adecuada ración de ají molido.
Beatriz posee una cocina eléctrica. Fue mi primera experiencia con una de ella. Debo reconocer que tienen un alto grado de eficiencia, tanto en la provisión de calor como en el uso de combustible; pero, a mí que me gusta el contacto directo con los fuegos, me dejó algo frustrado en las sensaciones que experimento cuando cocino.
Con mi intromisión  en la cocina, las propuestas nutritivas de Beatriz y los panes de Bocha, sólo tuvimos oportunidad de asistir a un restaurante para tomar un almuerzo liviano en la ciudad de Chalon sur Saone. Así fue que en un restaurante muy sencillo, casi un bodegón, en la plaza de la catedral, comí un Croque Monsieur delicioso… con un gusto a cocina casera inigualable. Además, lo acompañaban unas papas fritas muy bien hechas y unas hojas de lechuga frescas y de extraordinario sabor y texturas… obviamente, no provenían del supermercado de Saint Léger.
Ese almuerzo coronó un recorrido por el centro histórico de la ciudad. Un área peatonal que muestra el interés de la urbe por la cultura y la conservación de su historia. Algunos restaurantes y negocios de productos de calidad, mostraban el interés por la buena cocina.
Quiero dedicar unos párrafos a un centro de salud que hay en la ciudad destinado al fomento de una alimentación sana y nutritiva. Beatriz es amante de ese tipo de cocina (verduras, pescado, cereales y especias) y, aunque la insistencia por reducir significativamente el consumo de carnes está algo lejos de mis preferencias culinarias, amo el esfuerzo de muchas personas por desarrollar una cocina sobre la base de vegetales alejada de la austeridad monástica que caracterizó por años al concepto de alimentación sana. Se pueden preparar platos vegetarianos sofisticados, nutritivos, sabrosos y asociados a la tradición cultural de una determinada región.
Los materiales que obtuve en el centro de salud están todos apuntados en esa dirección. De modo que la visita aportó interesantes visiones para mi formación gastronómica. Me traje un cuadernillo con recetas tradicionales de la Borgoña enriquecidas por la intervención técnica de los nutricionistas y otro sobre las propiedades nutricionales de las especias, no es poco, ¿verdad?
Al día siguiente tomamos el camino a Bretaña. Nos fuimos de la Borgoña con el gusto de los buenos vinos, los mejores que tomamos en Francia en este viaje, y las placenteras sensaciones del otoño en Saint Léger sur Dheune, ese bellísimo rincón del planeta que, aunque tiene ya algún maltrato por la voracidad del bípedo depredador, conserva aún una clara sensación de la bonhomía universal que soñaron los románticos. Los momentos compartidos con la familia contribuyeron notablemente en ello.

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