sábado, 12 de diciembre de 2015

Café de Brasil en Brasil (1910)

Georges Clemenceau en La Argentina
del Centenario (1910)
Georges Clemenceau (1841-1929) fue una de las figura políticas más importantes de la Tercera República francesa. Fue presidente del Consejo de Ministros entre 1906 y 1909 y volvió a serlo en 1917 en los momentos más críticos de la Gran Guerra. Fue uno de los ilustres invitados a las celebraciones del centenario de la Revolución de Mayo. Como consecuencia de ello visitó La Argentina en 1910, realizando escalas en la República Oriental del Uruguay y la República Federativa del Brasil. Las impresiones recogidas en el viaje fueron publicada por L'Illustration.(1)     
Café de Brasil en Brasil
“/.../, la cosecha (de café), en cualquier momento que se escoja para hacerla, no puede dar sino granos desigualmente propios para el consumo. Para proceder racionalmente, sería necesario hacer muchas cosechas durante el año, pero los gastos no serían compensados por la mejora de la calidad en cantidad de remuneración suficiente. De aquí que la fazenda no haga en general más que una cosecha anual, recogiendo de una vez granos de valor muy variable, desde el pequeño grano enroscado, llamado moka, que se encuentra en todas las plantas, hasta los granos de madurez más o menos perfecta, con destino, salga lo que salga, al consumidor “mediano”. No quiere decir esto que el fazendero cometa la falta de entregar al comercio una mezcla donde se confunden todas las calidades. Después de ser secado al aire libre en grandes superficies asfaltadas, el café se escoge en la máquina, y se obtiene así siete clases diferentes, cuyo precio varía naturalmente con la calidad.
Por desgracia, los negociantes demasiado finos que reciben del Brasil esta mercancía así clasificada, no conocen una ocupación más urgente que la de combinar artificiosas mezclas, necesariamente tan en provecho de su bolsillo como en detrimento de nuestros paladares. ¡Misterios de Bercy(2) en lo que respecta al café! No nos extrañemos si el precioso grano no parece aceptable a las gargantas peor dotadas sino a condición de ser desnaturalizado por medio de la achicoria, el higo tostado o avena tostada especialmente agradable al pueblo norteamericano. Y lo mejor del asunto es que el café del Brasil tiene mala reputación entre los gastrónomos franceses, que se deleitan con el “moka” de Santos. Confieso que una de mis sorpresas en el Brasil ha sido encontrar el café común muy por encima del que se nos da a beber en las mejores casas de París. Es una bebida ligera, de un aroma sutil y suave, que no embaraza el estómago ni provoca la ordinaria tensión nerviosa que da por resultado el insomnio. En los hoteles y en las estaciones del Brasil, una taza de café es un refinamiento del placer, tanto por la finura del gusto cuanto por el efecto tónico inmediato, mientras que vale más no hablar de lo que se nos ofrece con el mismo nombre en los establecimientos similares de nuestros países. Las tazas son más pequeñas seguramente, pero no creo que un brasileño beba menos de cinco o seis al día. Es verdad que he oído atribuir “la excitabilidad brasileña” a la intoxicación con café. Pero haría falta saber lo que es justamente esta “excitabilidad”, y si los países del alcohol tienen el derecho a censurar a los del café. /.../.”          
Notas y Bibliografía: 
(1) 1986, Clemenceau, Georges, Notas de Viaje por América del Sur, Buenos Aires, Hyspamérica, traducido por Miguel Ruiz.
(2) “Almacenes generales de esta mercancía en París (N. del T.).”
(3) 1986, Clemenceau, Georges, Op. Cit., pag. 224-225.


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