sábado, 1 de agosto de 2015

San Miguel de Tucumán I: La gran ciudad en el noroeste argentino

15, 16 y 26 de octubre de 2014
“Los hijos de Jujuy y Salta que nos han acompañado, los de Santiago del Estero y los tucumanos que desde mi llegada a esta Ciudad me dieron las demostraciones más positivas de sus esfuerzos y empeño de libertar la Patria comprometiéndose a que Tucumán fuese el Sepulcro de la Tiranía han merecido mucho, y no hallo como elogiarlos: a todos parecía que la mano de Dios los dirigía para llenar sus justos deseos.”

(Belgrano, Manuel, Parte de la Batalla de Tucumán, 29 de septiembre de 1812)


I San Miguel de Tucumán es una mina difícil.
Es una ciudad que no se entrega con facilidad. Hay que trabajar bastante para arrancarle alguna sonrisa. Debo confesar, para ser justo, que tal vez hemos llegado a la ciudad con demasiadas expectativas... y esto, a veces, juega en contra.
  Las imágenes pertenecen al autor

La ruta que la comunica con el aeropuerto nos conduce por un sector de barrios populares. Para un turista que sólo desea contemplar la belleza, esta vista parece abrirnos camino a una ciudad sin glamour. Si a eso le agregamos el tremendo calor fuera de temporada (35º C) y que las calles del centro, extremadamente trajinadas, no descuellan por su limpieza... la primera impresión no es demasiado agradable. Para colmo, llegamos hasta el hotel, nos instalamos y salimos raudos para visitar la Casa de la Independencia de Suramérica y estaba cerrada por desinfección.
Luego de probar unas riquísimas empanadas bajo las enredaderas del restaurante El Portal (por la calle 24 de setiembre de 1812, a media cuadra de la plaza) y de tomar un vino de Colalao del Valle, podemos ensayar otra mirada. La ciudad se muestra como es, un gran conglomerado urbano con barrios que hierven de hombres y mujeres de trabajo... Además, sus calles no están más sucias que las del micro centro porteño.
Todo ese primer día nos duró esa ambivalencia.
II De la frustración al reconocimiento
Haydée y yo caminamos por la calle Congreso henchidos de emoción. Nos íbamos a encontrar con la Casa Histórica donde se declaró la independencia de toda Suramérica. Cuadra y media de una peatonal bastante bien conservada. Cruzando la calle Crisóstomo Álvarez, vimos la casa. Casi corrimos hasta ella, pero nos creció un sentimiento de frustración al verla cerrada.
Recorrimos la primera cuadra. Muesos e instituciones culturales siguen el lateral de la catedral (Biblioteca Domingo Faustino Sarmiento, Museo de Arte Sacro y Museo Histórico Provincial). Ya en la cuadra siguiente, la Casa. En los solares lindantes de la misma, se disponen áreas cubiertas por ferias artesanales. En el último solar de la esquina con la calle San Lorenzo, se ha construido un anfiteatro. En la vereda de enfrente se encuentra el edificio del Tribunal de Cuentas de la Provincia y a su lado una galería con un restaurante. Completan la cuadra negocios que venden artesanías, souvenires y confituras tucumanas.
El conjunto promete un lugar de interés, pero nos pareció desalineado. Una de las ferias artesanales remata en un pañol construido con paredes de canto sin revocar, en el otro se ven depositados materiales de construcción en un rincón. La frustración no nos permitió ver lo mejor. Al día siguiente, es más, esa misma noche, todo estaba mejor en la ciudad y en ese rincón preciso. Sin embargo, seguimos pensando que ese rincón de esa ciudad es muy importante para los argentinos y hay que cuidar más esos detalles.
De regreso hacia la Plaza, ingresamos en el Museo de Arte Sacro. El edificio es muy interesante y posee, en mi modesta opinión, algún interés patrimonial. La colección es abigarrada y recoge piezas de su especialidad que van desde imágenes talladas y cuadros pertenecientes a la denominada Escuela Cuzqueña que floreció en el siglo XVIII, hasta el reclinatorio que utilizó Juan Pablo II en su visita a la ciudad en abril de 1987. La colección es interesante y está bien presentada, pero adolece de información que ponga las piezas en contexto. Además, nada se dice del edificio que constituye su sede. El museo es bueno, pero le falta un poco de trabajo para transformarlo en un gran museo. Pareciera ser la tónica de esta ciudad, un gran patrimonio que no alcanza a ser exhibido como corresponde.
Unas infografías muy interesantes se disponen por todo el Centro. En ellas se pueden revivir los hechos más importantes que tuvieron a ésta, la quinta ciudad del país como escenario propiciatorio, la Batalla de Tucumán que decidió la guerra de la independencia para toda la América del Sur y la declaración del nuevo estatus de nación independiente para todo ese ámbito territorial. La información suministrada en ellas es inobjetable desde el punto de vista historiográfico. Dicho de otro modo, puede ser opinable, pero no se desliza por el resbaladizo terraplén de las leyendas o de las invenciones escolásticas edulcoradas.
Salvo la Casa Histórica, el resto de los edificios han sido construidos con posterioridad a la Revolución de Mayo. No hay rastros del viejo Cabildo. En su lugar, se destaca el edificio afrancesado del palacio del gobierno provincial. La Catedral es de 1852. La iglesia de San Francisco de 1885, el convento aledaño fue construido en 1902. La iglesia conserva un claro estilo neoclásico de influencias italianas (como ocurre con la iglesia que la congregación tiene en la ciudad de Salta). En el caso del convento el edificio con ladrillos a la vista recuerda las construcciones inglesas de principios del siglo XX.
Otros edificios embellecen la plaza. Por la calle San Martín se encuentran el Jockey Club, el edificio en donde estuvo el hotel plaza y un edificio que reproduce un estilo morisco español en donde se encuentra la Federación Económica. Por la calle 24 de setiembre, hay una vieja casona de fines del siglo XIX en la que tiene su sede el Ente Tucumán Turismo. Poco a poco la ciudad nos va conquistando con un paisaje urbano digno de su estatura de gran capital del norte argentino.
Fue algo frustrante acceder a la Iglesia de San Francisco. El claustro del convento está separado por una pared, de modo que no se puede acceder a él. Es razonable, pensamos, porque aún está habitado por monjes... y, sin embargo, crecía en nuestro interior la idea de que el patrimonio histórico que posee la ciudad juega a las escondidas con el visitante.
Entramos en la Iglesia que prometía mostrarnos muebles que usaron los congresales de 1816. Vimos paredes deterioradas y no encontramos nada. Salimos. Fuimos a la sacristía y nos dijeron que había que acceder al altar mayor y que, sobre la izquierda los muebles estaban detrás de una reja... ah, y que había que encender una luz para poder verlos. Allí fuimos. La luz natural no hizo necesario que encendiéramos la luz... Allí había escritorios y sillas verdaderamente antiguos. Pero tuvimos que ver ese amontonamiento ininteligible a la distancia y contentarnos con un cartel que anunciaba que esos eran los muebles propiedad de los Frailes Menores que habían sido cedidos en préstamo para las sesiones del Congreso.
Hacia el noroeste de la Plaza, las calles Muñecas y Mendoza ofrecen un distrito de peatonales en las que se puede percibir el movimiento de gran urbe que expresa San Miguel. Las recorremos por la tarde, vemos negocios de toda índole, incluso locales enormes que alojan grandes tiendas como las que había hace muchos años.
De pronto, en la esquina de Mendoza y Maipú, aparece la gran figura del Mercado del Norte. El frente algo deteriorado deja entrever un enorme edificio construido con un estilo que evoca el art decó... o tal vez al futurismo italiano de los años treinta del siglo pasado (carezco de elementos para definirlo con certeza). En su interior puestos que ofrecen los más diversos productos alimenticios frescos, incluso algunos con elaboración artesanal (por ejemplo, humitas y tamales listos para llevar a la olla). Hay un área de puestos de comidas al paso (empanadas, pizzas, humitas, tamales, etc.) y otra de prolijas pescaderías.
De nuevo la sensación de ambivalencia. El frente desconchado, algunos vidrios rotos y los papeles por el piso deslucen el atractivo de un mercado que me ha hecho acordar al de la Boquería en Barcelona. Con algo de cuidado y una escasa inversión, San Miguel de Tucumán contaría con un sitio de atracción turística muy interesante. Probé las empanadas de uno de los locales... muy dignas, por cierto.
Abundan los bares en las peatonales. Aunque muchos de ellos huelen a café quemado, otros hay que están muy bien puestos. Decidimos tomar una cerveza en uno que está en la esquina de Mendoza y 25 de Mayo (se llama Filipo). En ese lugar, muy agradable por cierto, descansamos un poco de las fatigas del día y disfrutamos del momento en tanto que la noche caía sobre la ciudad.
Estábamos parando en el Hotel Mediterráneo. Dista mucho de ser el mejor hotel de la ciudad, pero su ubicación en la calle 24 de setiembre de 1812 a media cuadra de la Plaza Independencia y a dos de la casa Histórica es inmejorable. De regreso al hotel, como resulta obvio, atravesamos la Plaza. Los edificios públicos y privados estaban iluminados con buen gusto. La calle Congreso que conduce a la Casa Histórica, también... Todo nos pareció bello por primera vez en San Miguel... La ciudad empezaba a conquistarnos. ¿Será que su fuerte es la noche?

2 comentarios:

  1. Por aquí estuvieron mi tatarabuelo, otro de mis bisabuelos y un tío abuelo por parte de padre haciendo las américas en distintas épocas...
    También he tenido familia por Puerto Rico, Santo Domingo en la República Dominicana de Trujillo. Actualmente tengo familia en Paraguay y en Montana USA...
    Preciosa América.

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    1. Gracias, Alba, por tus comentarios.
      Toda mi familia proviene de La Rioja española.

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