sábado, 25 de julio de 2015

Georges Clemenceau en La Argentina del Centenario (1910) - La Yerba Mate y Carlos Thays

Georges Clemenceau (1841-1929) fue una de las figura políticas más importantes de la Tercera República francesa. Fue presidente del Consejo de Ministros entre 1906 y 1909 y volvió a serlo en 1917 en los momentos más críticos de la Gran Guerra. Fue uno de los ilustres invitados a las celebraciones del centenario de la Revolución de Mayo. Como consecuencia de ello visitó La Argentina en 1910, realizando escalas en la República Oriental del Uruguay y la República Federativa del Brasil. Las impresiones recogidas en el viaje fueron publicada por L'Illustration.(1)
La Yerba Mate y Carlos Thays
El autor, visita el Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires conducido por el Director, el célebre Carlos Thays. Los siguientes párrafos están tomados de una minuciosa descripción de esa visita.
M. Thays no era un hombre de dejarnos partir sin mostrarnos sus plantaciones de yerba mate. Se sabe que el mate (acebo del Paraguay) es una planta originaria del Paraguay (de donde ha sido transportada a Chile, el Brasil y la Argentina), cuyas hojas, desecadas y ligeramente tostadas, dan una fusión estimulante que gusta tanto a los indígenas como a los colonos del continente sudamericano. Como la cola, el té y el café, el mate contiene una importante proporción de cafeína, que hace de él un tónico del sistema nervioso, al mismo tiempo que modera y retarda la desasimilación.
Varias veces he gustado el té del Paraguay o el té de los jesuitas sin haber podido jamás decir, honradamente, que le he encontrado un sabor agradable. Pero el paladar termina por acomodarse a todo. Tengo un amigo que bebe un vaso de la valeriana con mucho gusto. Toda América del Sur se deleita así con el aroma muy particular, pero poco seductor la primera vez, del fortificante mate. Los días de la pampa son más bien fatigosos. Ya pasó aquel tiempo en que se cogía al paso una vaca al lazo para el simple beef-steak del almuerzo. El gran reconfortante en el rancho es la yerba mate, que vuelve a poner al jinete en silla con un nuevo vigor. Por todas partes, tanto en la ciudad como en el campo, el rito universal del mate se lleva a cabo en el día de fiesta. Hombres y mujeres pasean gravemente la pequeña calabaza donde meten el tubo de la bombilla, pequeña esfera llena de agujeros, y que circula frecuentemente de boca en boca para la delectación superior del gastrónomo.
Antiguamente, la buena doctrina de la fabricación exigía que la primera fusión, bastante acre, fuese reservada a los servidores. La costumbre ha conducido a la gente a no guardar a esta bebida tantas consideraciones: tanto que, si el mate ha sido y seguirá siendo, sin duda, la bebida popular, los ricos y lo más escogido de la aristocracia, sin hablar jamás mal del mate, bien entendido, prefieren, como todo buen europeo, el té de China y el café de Santos. Con el aumento de la población, el consumo de mate ha llegado a un prodigioso desarrollo. Se estima que un argentino paga anualmente en mate una suma doble del gasto anual de café en Francia por habitante. Hasta estos últimos años, la República Argentina, sin hablar de la propia producción, importaba del Brasil y del Paraguay 40 millones de kilogramos estimados en 22 millones de francos.
Se comprende que el gobierno argentino se haya mostrado muy deseoso de propagar la cultura del mate. La dificultad residía en el proceso de germinación. En ciertas provincias de la Argentina, el mate crece espontáneamente, pero las semillas quedaban improductivas. M. Thays, después de laboriosos ensayos, descubrió que las semillas tenían necesidad, para germinar normalmente, de permanecer largo tiempo en agua caliente y, hecho notable, las plantas así obtenidas llegaron a reproducirse sin tener necesidad de que sus semillas fueran sometidas previamente a esta operación. En la marcha ordinaria de la naturaleza, parece que la envoltura de la semilla se reblandece al pasar por el estómago de las aves. Los jesuitas habían descubierto el procedimiento de la inmersión en el agua caliente, pero se llevaron con ellos el secreto en el momento de la expulsión. Pero M. Thays lo encontró. Varias veces se ha intentado propagar el consumo del mate en Europa, pero no creo que se consiga fácilmente. Sería por tanto un gran beneficio si la yerba mate pudiera, como en la América del Sur, sustituir el alcohol que nos amenaza con una destrucción irreparable.”
Notas y Bibliografía:
(1) 1986, Clemenceau, Georges, Notas de Viaje por América del Sur, Buenos Aires, Hyspamérica, traducido por Miguel Ruiz.


(2) Ídem, pp. 35-36.

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