sábado, 18 de mayo de 2013

Normandía: la pasión libertaria


29 a 31 de mayo de 2012
Dejamos la Costa Esmeralda y la desembocadura del Canal de Mancha, dejamos la Francia celta, para sumergirnos en el ambiente rural del país vikingo. Dejamos los corderos presalados, las galletes, las ostras, la sidra y la manteca salada para dedicarnos a los quesos y el calvados. Debo reconocer que tengo debilidad por los quesos de Normandía, en especial por el de Livarot. Todo cambia en pocos kilómetros, los campos, la arquitectura (en las paredes, de la piedra a la madera y en los techos, de la pizarra a la paja)... lo que no cambia es el afecto familiar con que nos reciben Hugo Muslera, su mujer Francoise, sus hijos (Philippe, Hugo y Francois) y su asistente Jackie.
Pont Audemer es una ciudad de algo menos de diez mil habitantes que se encuentra en el departamento del Eure, aunque está más lejos de su capital, Evreux, que de Ruán, cabeza de la Alta Normandía. La atraviesa el Risle, afluente del Sena, y tiene un casco histórico que nos pone de frente con las construcciones típicamente normandas (columnas, travesaños, listones y dinteles de madera). Da gusto andar las calles y demorarse frente a la iglesia parroquial. En el hotel un gran tapiz que representa un drakkar vikingo desafiando los mares, nos da la certeza de que estamos donde estamos.     
A 25 km de Pont Audemer está Honfleur. Se trata de un pequeño puerto que se asienta sobre la ribera izquierda del Sena a unos 5 km de su desembocadura en el Canal de la Mancha y casi enfrente de ese gran puerto que es Le Havre.
 Las imágenes son propiedad del autor 


Honfleur es pequeño y pintoresco. Sin embargo, caminar por sus calles nos depara más de una sorpresa (¿una?, varias). Anduvimos por allí el 30 de mayo y nos sorprendió que la ciudad estaba empavesada, como para invitarte a una fiesta. Pero la fiesta había pasado, el 28 de mayo había sido  la Fiesta del Mar y aún no habían retirado los pasacalles con banderines.
Dos cosas no sorprendieron en esta ciudad, además de la belleza de su puerto aldeano, la iglesia parroquial y la profusión de negocios dedicados a las artesanías en madera, a los muebles hechos a mano y a las diversas propuestas artísticas destinadas a la decoración de interiores hogareños. El arte y la madera están presentes en este puerto vikingo, en su historia y en su presente. Empezamos por la iglesia y concluimos con la evocación de los artistas plásticos que allí vivieron y desarrollaron su arte, como Gustave Courbet y Claude Monet.
La Iglesia de Santa Catalina de Alejandría ofrece a la vista un espectáculo diferente, donde la madera se usa hasta para la construcción de arcos góticos. Parece un edificio que no ha sido construido en el taller de los arquitectos, sino en los astilleros, sus naves centrales parecen el casco de dos inmensos drakkars invertidos. Es un edificio verdaderamente notable.   
Dejamos Honfleur mientras pienso que Hugo Muslera que ha dedicado buena parte de su vida a producir muebles y decoraciones artesanales de madera, ha elegido el lugar adecuado para vivir... pienso yo, no sé lo que pensará él.
Siempre me ha llamado la atención la brutal contradicción entre la vocación libertaria de la revolución norteamericana de 1776 (americanista, libertaria y anticolonialista) y la prepotencia imperialista que ejercieron los Estados Unidos sobre América y el mundo desde por lo menos 1822. Sin embargo, hay un lugar en donde esta contradicción parece esfumarse. Ese lugar es Omaha Beach (me dicen que en las Ardenas, en Bélgica, ocurre otro tanto). Pienso que es por esta razón que este lugar me emociona, porque allí están enterrados esos jóvenes novatos de la Primera División de Infantería, esos jóvenes civiles que sintieron el llamado de la patria a defender la libertad amenazada en el mundo. Por segunda vez transitamos los 120 km que separan Pont Audemer con Saint Laurent sur Mer (ya lo habíamos hecho en 2009).
Por segunda vez llegamos tarde para entrar en el cementerio norteamericano (la primera fue porque no conocíamos el lugar, ésta porque una tormenta nos retuvo en la ruta por más de una hora cerca de Caen. En Saint Laurent pudimos ver el monumento al desembarco y algunos restos de las defensas alemanas y hollar las arenas que pisaron aquellos jóvenes que recuerdo. Me voy de Omaha Beach, evocando las imágenes de esa maravillosa película de Samuel Fuller: El gran uno rojo. 
Hugo Muslera y su familia viven en una casa grande en Sait Philbert sur Risle, como a veinte kilómetros de Pont Audemer. Nos llevan y nos trae hasta el hotel por caminos rurales solitarios, casi inescrutables. Vive y ejerce su oficio urbano entre campesinos dedicados a la cría de ganados y a la producción de lácteos. 
Su casa es un hogar hospitalario. Muchos de los que allí llegan saben que tienen, si lo desean, un plato en la mesa y una cama caliente para pasar la noche... la familia es amplia y generosa y las puertas están siempre abiertas. Cuando se está en familia, en casa de Hugo, se disfruta de un afecto gregario que circula con profusión... la casa es el auténtico hogar de la familia.            

3 comentarios:

  1. ESTIMADO MARIO, QUE LINDO REPORTAJE, ME HE SENTIDO MUY IDENTIFICADA CON LO QUE DICES DE LA PLAYA DE NORMANDÍA, SENTÍ LO MISMO EN LAS ARDENAS. TE DEJO UN BESO Y UNA ABRAZO

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar
    2. Gracias, Pamela, por tus comentarios.
      Sí, sí, me han dicho lo mismo sobre el cementerio de Las Ardenas.
      Perdón por la demora, pero no sé por qué no me llegó tu comentario a mi cuenta de correo-e como ocurre con los demás.

      Eliminar