sábado, 20 de abril de 2024

El maíz en la América Española del siglo XVI

José Acosta s.j. nació en Medina del Campo (Valladolid) en 1540 y falleció en Salamanca en 1600. Ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en 1561, ordenándose sacerdote en 1567. Pasó 17 años en Perú y México. En 1590 se publicó en Sevilla su obra más importante, Historia Natural y Moral de las Indias. Se trata de una síntesis natural y antropológica de los territorios ocupados por los españoles en el siglo XVI. “Sus ideas se adelantan en 250 años a algunas de las hipótesis de Darwin. La vida de Acosta fue muy discutida dentro del contexto social y político de la España de Felipe II, de la Iglesia de Roma y de la Compañía de Jesús” (1)


Los fragmentos que se transcriben a continuación están tomados del Libro Cuarto, capítulo XVI de la obra mencionada. La misma se compone de siete libros. Los cuatro primeros están dedicados a la historia natural, los tres siguientes poseen un carácter “antropológico”. El presente texto se inicia con una descripción morfológica de la planta del maíz, indicando las distintas especies, entre ellas, el maíz morocho. Sostiene que el consumo excesivo de maíz produce sarna e hinchazón, tal vez sea, esta afirmación, la primera referencia a los síntomas que, siglos después, se atribuyera a la enfermedad de pelagra. Describe los usos alimentarios del maíz, con sus nombres originales, a saber: mote, tortas de harina de maíz (que llaman arepas), bollos y pasteles (¿tamales?) y chicha. También habla de los usos del maíz tierno (choclo) y de su uso como aceite. (2)

Usos del maíz en la América Española del siglo XVI

“El grano del maíz, en fuerza y sustento, pienso que no es inferior al trigo; es más grueso y cálido, y engendra sangre; por donde los que de nuevo lo comen, si es con demasía, suelen padecer hinchazones y sarna. Nace en cañas y cada una lleva una o dos mazorcas, donde está pegado el grano; y con ser granos gruesos, tienen muchos, y en algunas contamos setecientos granos. Siémbrase a mano, y no esparcido; quiere tierra caliente y húmeda. Dase en muchas partes de Indias con grande abundancia; coger trescientas hanegas de una sembradura no es cosa muy rara. Hay diferencia en el maíz, como también en los trigos; uno es grueso y sustancioso; otro, chico y sequillo, que llaman moroche; las hojas del maíz y la caña verde es escogida comida para cabalgaduras, y aun seca también sirve como de paja. El mismo grano es de más sustento para los caballos y mulas, que la cebada; y así es ordinario en aquellas partes, teniendo aviso de dar de beber a las bestias primero que coman el maíz, porque bebiendo sobre él se hinchan y les da torzón, como también lo hace el trigo.

”El pan de los indios es el maíz; cómenlo comúnmente cocido así en grano y caliente, que llaman ellos mote; como comen los chinos y japoneses el arroz, también cocido con su agua caliente. Algunas veces lo comen tostado; hay maíz redondo y grueso, como lo de los Lucanas, que lo comen españoles por golosina tostado, y tiene mejor sabor que garbanzos tostados. Otro modo de comerlo más regalado es moliendo el maíz y haciendo de su harina masa, y de ella unas tortillas que se ponen al fuego, y así calientes se ponen a la mesa y se comen; en algunas partes las llaman arepas. Hacen también de la propia masa unos bollos redondos, y sazónanlos de cierto modo, que duran, y se comen por regalo. Y porque no falte la curiosidad también en comidas de Indias, han inventado hacer cierto modo de pasteles de esta masa, y de la flor de su harina con azúcar, bicochuelos y melindres que llaman.

”No les sirve a los indios el maíz sólo de pan, sino también de vino, porque de él hacen sus bebidas, con que se embriagan harto más presto que con vino de uvas. El vino de maíz, que llaman en el Perú azúa, y por vocablo de Indias común chicha, se hace en diversos modos. El más fuerte, al modo de cerveza, humedeciendo primero el grano de maíz, hasta que comienza a brotar, y después cociéndolo con cierto orden, sale tan recio que, a pocos lances derriba; éste llaman en el Perú sora, y es prohibido por ley, por los graves daños que trae emborrachando bravamente; mas la ley sirve de poco, que así como así lo usan, y se están bailando y bebiendo noches y días enteros. Este modo de hacer brebaje con que emborracharse, de granos mojados y después cocidos, refiere Plinio haberse usado antiguamente en España y Francia, y en otras provincias, como hoy día en Flandes, se usa la cerveza hecha de granos de cebada.

”Otro modo de hacer azúa o chicha es mascando el maíz y haciendo levadura y de lo que así se masca, y después cocido; y aún es opinión de indios que, para hacer buena levadura, se ha de mascar por viejas podridas, que aun oillo pone asco, y ellos no lo tienen de beber aquel vino. El modo más limpio y más sano y que menos encalabria es de maíz tostado; eso usan los indios más pulidos y algunos españoles por medicina; porque, en efecto, hallan que para riñones y orina es muy saludable bebida, por donde apenas se halla en indios semejante mal, por el uso de beber su chicha.

”Cuando el maíz está tierno en su mazorca y como en leche, cocido o tostado lo comen por regalo indios y españoles; también lo echan en la olla y en guisados, y es buena comida. Los cebones de maíz son muy gordos y sirven para manteca en lugar de aceite; de manera que para bestias y para hombres, para pan y para vino y para aceite aprovecha en Indias el maíz. Y así, decía el virrey don Francisco de Toledo, que dos cosas tenía de sustancia y riqueza el Perú, que eran el maíz y el ganado de la tierra. Y cierto tenía mucha razón, porque ambas cosas sirven por mil.” (3)

Notas y Bibliografía: 

(1) Leído en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=140428#, el 3 de julio de 2023.

(2) 1590, Acosta, José de s.j., Historia natural y moral de Las Indias, Sevilla, San Juan de León. Leído el 3 de julio de 2023 en https://www.google.com.ar/books/edition/Historia_natural_y_moral_de_las_Indias/JA4rAQAAIAAJ?hl=es-419&gbpv=1&pg=PA2&printsec=frontcover

(3) Ídem, Tomo I pp. 354-359


La coca y la papa, lo que da la tierra peruana (1590)

José Acosta s.j. nació en Medina del Campo (Valladolid) en 1540 y falleció en Salamanca en 1600. Ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en 1561, ordenándose sacerdote en 1567. Pasó 17 años en Perú y México. En 1590 se publicó en Sevilla su obra más importante, Historia Natural y Moral de las Indias. Se trata de una síntesis natural y antropológica de los territorios ocupados por los españoles en el siglo XVI. “Sus ideas se adelantan en 250 años a algunas de las hipótesis de Darwin. La vida de Acosta fue muy discutida dentro del contexto social y político de la España de Felipe II, de la Iglesia de Roma y de la Compañía de Jesús” (1)


Los fragmentos que se transcriben a continuación están tomados del Libro Tercero, capítulo XX de la obra mencionada. La misma se compone de siete libros. Los cuatro primeros están dedicados a la historia natural, los tres siguientes poseen un carácter “antropológico”. El presente texto, contiene una descripción de las tierras del Perú que hoy, básicamente, forman parte de Perú y Bolivia. La descripción es muy somera, unas pocas referencias a las condiciones orográficas y climáticas que ya ha venido desarrollando y otras tantas sobre los productos de la tierra que expondrá a partir del Libro Cuarto. Destacan el subrayado sobre la importancia de los camélidos americanos, la coca, las papas y el chuño, método de conservación de esas últimas. (2)

Descripción geográfica del Perú en el siglo XVI

Para que todo esto se perciba mejor, hase de considerar que el Perú está dividido en tres como tiras largas y angostas, que son llanos, sierras y andes; los llanos son costa de la mar, la sierra es todo cuestas con algunos valles, los andes son montes espesísimos. Tienen los llanos de ancho como diez leguas, y en algunas partes menos; en otras algo más; la sierra tendrá veinte, los andes otras veinte, en partes más y en partes menos; corren lo largo de norte a sur, lo ancho de oriente a poniente. Es, pues, cosa maravillosa, que en tan poca distancia como son cincuenta leguas, distando igualmente de la línea y polo, haya tan grande diversidad, que en la una parte cuasi siempre llueve, en la otra parte cuasi nunca llueve y en la otra un tiempo llueve y otro no llueve.

”En la costa o llanos nunca llueve, aunque a veces cae una agua menudilla, que ellos llaman garúa y en Castilla mollina, y ésta a veces llega a unos goteroncillos de agua que cae; pero, en efecto, no hay tejados ni agua que obligue a ellos. Los tejados son una estera con un poco de tierra encima, y eso les basta. En los Andes cuasi todo el año llueve, aunque un tiempo hay más serenidad que otro. En la sierra que cae en medio de estos extremos llueve a los mismos tiempos que en España, que es desde septiembre a abril. Y esotro tiempo está sereno, que es cuando más desviado anda el sol, y lo contrario cuando más cercano, de lo cual se trató asaz en el libro pasado.

”Lo que llaman andes y lo que llaman sierra son dos cordilleras de montes altísimos, y deben de correr más de mil leguas la una a vista de la otra, cuasi como paralelas. En la sierra se crían cuasi innumerables manadas de vicuñas, que son aquéllas como cabras monteses tan ligeras. Críanse también los que llaman guanacos y pacos, que son los carneros, y juntamente los jumentos de aquella tierra, de que se tratará a su tiempo. En los Andes se crían monos y micos muchos y muy graciosos, y papagayos en cuantidad. Dase la hierba o árbol que llaman coca, que tan estimada es de los indios y tanto dinero vale su trato. Lo que llaman sierra, en partes donde se abre, hace valles, que son la mejor habitación del Perú, como el de Jauja, el de Andaguaylas, el de Yucay. En estos valles se da maíz y trigo y frutas, en unas más y en otras menos.

”Pasada la ciudad del Cuzco (que era antiguamente la corte de los señores de aquellos reinos), las dos cordilleras que he dicho se apartan más una de otra y dejan en medio una campaña grande o llanadas, que llaman la provincia del Collao. En éstas hay cuantidad de ríos y la gran laguna Titicaca, y tierras grandes y pastos copiosos; pero, aunque es tierra llana, tiene la misma altura y destemplanza de sierra. Tampoco cría arboleda, ni leña, pero suplen la falta de pan con unas raíces que siembran, que llaman papas, las cuales debajo de la tierra se dan, y éstas son comida de los indios, y secándolas y curándolas hacen de ellas lo que llaman chuño, que es el pan y sustento de aquella tierra. También se dan algunas otras raíces y hierbezuelas, que comen. Es tierra sana y la más poblada de Indias y la más rica, por el abundancia de ganados que se crían bien, así de los de Europa, ovejas, vacas, cabras, como de los de la tierra, que llaman guanacos y pacos; hay caza de perdices harta. Tras la provincia de Collao viene la de los Charcas, donde hay valles calientes y de grandísima fertilidad, y hay cerros asperísimos y de gran riqueza de minas, que en ninguna parte del mundo las hay, ni ha habido mayores ni tales.”(3)

Notas y Bibliografía: 

(1) Leído en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=140428#, el 3 de julio de 2023.

(2) 1590, Acosta, José de s.j., Historia natural y moral de Las Indias, Sevilla, San Juan de León. Leído el 3 de julio de 2023 en https://www.google.com.ar/books/edition/Historia_natural_y_moral_de_las_Indias/JA4rAQAAIAAJ?hl=es-419&gbpv=1&pg=PA2&printsec=frontcover

(3) Ídem, Tomo I pp. 256-259.


sábado, 6 de abril de 2024

Las veredas de Villa Pueyrredón

“…tus veinte años temblando de cariño...”
(1951, Homero Manzi, “Sur”)

No sé cómo tengo que decirlo para que se entienda, lo repito: la nostalgia de los tiempos que han pasado no me va, la celebración del patrimonio conservado, sí.

I Sobre la nostalgia de Homero Manzi

Hace algunos años leí un artículo muy interesante sobre Homero Manzi. El autor (ya ni recuerdo quién era, pero era un erudito en materia de tango) ensayaba una interpretación sobre la letra de Sur. Sostenía que la base de la nostalgia que la letra trasunta, residía en que el poeta santiagueño consideraba, en 1948, que todo tiempo pasado era mejor.

Las imágenes pertenecen al autor

A mí me pareció que había un contrasentido en esa afirmación. ¿Cómo podría, Homero Manzi, partidario del peronismo naciente, sentir que todo tiempo pasado había sido mejor?

En fin, me dije, esas son las licencias que el género del ensayo puede permitirse y, en tren de aceptarlas, me puse a ejercerlas desde otro ángulo. El artículo de marras fue publicado en célebre revista Todo es Historia en 1990. Escribí una carta de lectores con mi interpretación que la publicación recibió e incluyó un par de meses después en la sección de correo de los lectores.


Es evidente, decía entonces, que Homero no podía tener nostalgias de las inundaciones; pero cuáles eran “las cosas que han pasado” que le provocaban ese sentimiento. Creí entonces, y sigo creyendo, aunque más moderadamente, que uno suele tener nostalgia de lo que vivió cuando tenía veinte años.

II Villa Pueyrredón hace 50 años

Ya no creo que mi interpretación sobre el sentido de la nostalgia en Sur tenga validez universal, como lo pensé entonces. Pero sí la sigue teniendo en lo personal.


Hace cincuenta años, tenía veinte y, si bien vivía en Mataderos, pasaba mucho tiempo con un grupo de amigos con los que compartía ideales juveniles en Villa Pueyrredón. Entonces este barrio se hizo un sitio casi tan entrañable como Mataderos.

Amaba recorrer sus calles y, si bien había dos áreas claramente diferenciadas, había una característica común que las unía, como decía el poeta de ese grupo Villa Pueyrredón olía a jazmín.


Entre la Avenida Nazca y la General Paz, que eran donde ocurrían las reuniones con mis amigos, predominaban las casas tipo chorizo. Entre Nazca y Constituyentes, donde se ubica la estación del Ferrocarril Mitre, las casas construidas de modo unitario, y bajo proyecto único, incluso algún que otro chalet o alguna que otra casa de estilo inglés. Pero en muchas de ellas, incluso en las casas chorizo, la comunicación con la vereda era a través de un jardín.

En Mataderos, también había casas con jardín en el frente; pero no en la profusión con que se las encontraba en Villa Pueyrredón.


Eso, eso es lo que recuerdo, en la primavera de 1973, el barrio olía a jazmín.

III Villa Pueyrredón hoy

Desde entonces, he vuelto solo dos veces al barrio, en una noche lluviosa de mediados de 1989 y ahora, en octubre de 2023.


En el primer caso, fui de noche a comer asado a la casa de un amigo que vivía cerca de la Avenida General Paz. La lluvia y la hora de la noche no me permitieron más que hacer una escueta recorrida en auto por los lugares que recordaba en ese sector del barrio… con todo, esa limitada recorrida, no dejó de conmoverme.

La otra, fue diferente. Tenía que ir a un consultorio odontológico ubicado en Avenida de los Constituyentes y Vallejos. Tenía tres opciones. Podía ir en auto, es mi opción menos frecuente dentro de la ciudad. Tomar el 80 o tomar el tren. En estos últimos dos casos, debía caminar más de ocho cuadra o combinar con otra línea de bondis.


Elegí el tren, el medio de transporte púbico de mi preferencia, y la caminata, saludable y reparadora, esta vez por un barrio cuya conmovida memoria de los veinte años me atraía. De este modo, sin planificarlo deliberadamente hice otro viaje hacia lugares de mi infancia, esta vez de mi adolescencia o primera juventud.

Los recorridos que hice por Pompeya, Estación Buenos Aires y la zona industrial de Villa Ortúzar que ya he publicado, supusieron una planificación previa. (1) Sirvan estas notas para registrar este viaje inesperado.


Confieso que llegué a la estación Pueyrredón con cierto temor, ¿qué habría quedado de aquel barrio maravilloso? A la luz de mis experiencias por la ciudad imaginaba que muy poco… pero la caminata llegó a sorprenderme.

El lector ya sabe que no busco que las calles estén completamente iguales a cómo eran, sino que el barrio o el espacio urbano que recorro no haya perdido su esencia, y el valor patrimonial, cuando lo tenía.


Una de las características de la Buenos Aires que empecé a recorrer hace ya cincuenta y cinco años era precisamente que los barrios tenían características muy diferentes entre sí, lo que hacían que cada uno tuviera identidad propia claramente diferenciada del resto. Recuerdo, ejemplo, que en 1970 fui a recorrer los paisajes de la maravillosa novela Sobre héroes y tumbas (Parque Lezama, Barracas, la Iglesia redonda de Belgrano).

Amé entonces esa ciudad que era la mía, tan llena de lugares tan diferentes, entre los que Mataderos también destacaba con su recova con revival de soportales neo clásicos. Detesté siempre, con preocupación, los afanes de la corporación municipal y del gobierno de la Ciudad, por igualarlo todo, tal y como viene ocurriendo en las últimas décadas, tres por los menos.

Me encantan las estructuras británicas de las estaciones de ferrocarril, sobre todo cuando están bien conservadas. Me encantan los barrios que se levantaron alrededor de ellas, muchas veces, habitados originalmente por empleados jerárquicos de los ferrocarriles cuando era propiedad de inversores británicos. El barrio de Belgrano R, también conocido como el barrio inglés de Belgrano constituyó, en su momento, una unidad de paisaje urbano de auténtico valor patrimonial.


Hace casi veinte años que vivo en las puertas de Belgrano R. La destrucción patrimonial es notable y avanza a pasos agigantados, a pesar de las contenciones que tuvo con el Código de 1976 y con la comprometida voluntad de la Sociedad de Fomento local. Desde que vivo aquí queda cada vez menos del barrio inglés. Ni siquiera se preservó el paisaje del entorno de la estación. Ella fue puesta en valor y reequipada recientemente con intervenciones mínimas; pero para encontrar los restos del barrio inglés hay que apartarse un par de cuadras por lo menos. Desde la estación sólo se ven los grandes edificios que la rodean.

He hecho un recorrido por el barrio de Coghlan, para ver si la preservación era mayor. Pero allí ocurre exactamente lo mismo, la estación rodeada de grandes edificios y el barrio tradicional, desarrollado a partir de la estación, hay que buscarlo a dos cuadras de ella por lo menos… De Villa Urquiza, ya ni quiero hablar.  

Con esa carga encima, salí de la estación Pueyrredón por la calle Bolivia.


La sorpresa fue grande. El barrio estaba casi como lo recordaba. No en un sentido estricto, claro está, porque ni si quiera lo recordaba casa por casa. Seguramente, había casas nuevas, casas intervenidas y algunas casas conservadas a pesar del paso del tiempo; pero el paisaje era casi el mismo. Pocos edificios de departamentos en las manzanas cercanas a la estación, muchas casas bajas con jardines dando a la vereda. Los edificios más altos se concentraban a unas cuadras allá, sobre todo en las avenidas Mosconi y Constituyentes.

Cuando volví, crucé las vías y llegué a la estación por la calle José León Cabezón. Por allí, Villa Pueyrredón era aún más Villa Pueyrredón… no alcancé a percibir el olor predominante de los jazmines, pero los frentes de las casas estaban llenos de flores con las nuevas preferencias de los vecinos. Había algunos edificios altos, pero el predominio de las casas con jardín era verdaderamente notable.


Respiré la frescura de esta primavera (era a principios de octubre de 2023) y me di cuenta que no todo está perdido.

Notas y referencias:

(1) 2023, Aiscurri, Mario, “Muchos años después, sitios emblemáticos de mi infancia. Parte I, en El Recopilador de sabores entrañables, leído en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2023/03/muchos-anos-despues-sitios-emblematicos.html el 22 de octubre de 2023.     
2023, Aiscurri, Mario, “Muchos años después, sitios emblemáticos de mi infancia. Parte II, en El Recopilador de sabores entrañables, leído en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2023/07/muchos-anos-despues-sitios-emblematicos_15.html el 22 de octubre de 2023.         
2023, Aiscurri, Mario, “Muchos años después, sitios emblemáticos de mi infancia. Parte III Adenda para el epílogo, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 22 de octubre de 2023 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2023/07/muchos-anos-despues-sitios-emblematicos.html.

 


martes, 26 de marzo de 2024

Carbonada criolla

El 05/04/24 a las 20 hs
En el Centro Riojano Español de Buenos Aires
Av. Belgrano 952

Los invito a asistir charla, con demostración práctica y comida, sobre la carbonada criolla y la influencia española en la cocina tradicional argentina.

Se requiere inscripción previa.

Quien desee asistir tiene toda la información en el volante que se exhibe a continuación:



sábado, 23 de marzo de 2024

Las empanadas en los recetarios argentinos Parte III El Libro de Doña Petrona de 1935 (2° edición)

Ir a Parte II: Recetarios 1900-1940

Hace algunos meses, en una presentación de Sabores entrañables, me preguntaron cuál era la comida argentina que más me gustaba. Respondí, casi sin pensar, “las empanadas”… por fortuna no me repreguntaron, de modo que no tuve que explicar por qué.

Las imágenes pertenecen al autor o a su biblioteca

Antes de recorrer las cinco ediciones que tengo de Doña Petrona (desde 1935 hasta 2011), intentaré hacer algo de luz sobre esa respuesta, porque es verdad que las empanadas criollas representan la comida argentina que más me gusta.

I Comer con las manos vs. cuchillo y tenedor

Las razones por las que me gustan tanto las empanadas son muchas, aunque la enunciada en el epígrafe es, tal vez, la más importante.


Por supuesto, mucho ha tenido que ver, como en tantas otras comidas, la cocina de mi madre y de mi abuela Agustina. En invierno, tomar una empanada recién salida del horno reconfortaba el alma con el calorcito que transmitían a través de la mano. Ya escribí sobre la historia de amor que había en la inclusión de pasas de uva, que yo detestaba entonces, y amo ahora; pero, a pesar de las pasas, me devoraba cada empanada que llegaba a mi mano. (1) En verano, había que dejar que se enfriaran un poco, claro está. Es que, si estaban bien hechas, hasta se podían comer frías. 

También recuerdo la imagen particular de la Chacha, personaje de Patoruzito (enorme historieta argentina). Tentaba verla llegar desde la cocina con una fuente enorme de empanadas recién hechas. Dante Quinterno, sin alarde de impresionismo, dibujaba un humito que emanaba de esa fuente y provocaba el apetito infantil de un servidor.

Por otro lado, he escrito bastante sobre las empanadas que hago y cómo fueron evolucionando, con todos mis aprendizajes, a lo largo de los años. No voy a dedicarme demasiado a ello, pero señalo que fue la primera comida que aprendí a hacer. Las empanadas que hicieron estas manos me acompañaron siempre. (2)

Pero a todas las razones de mucho peso, hay una muy significativa, la posibilidad de comerlas con la mano. En nuestros días, la relación con la naturaleza que nos alimenta y nutre, está mediatizada por múltiples circunstancias. Comer con las manos, reduce la distancia y nos hace humanos.

¡Ah! ¿Y el refinamiento dónde queda? Los pueblos magrebíes nos han enseñado que hay también un refinamiento posible en comer con las manos… y también ellos saben de empanadas. (3)

II Doña Petrona (1935). Una incitación a comer pescado

Un hecho curioso, del que ignoro el sentido, es la presencia de leyendas en el pie da cada página que instan a consumir pescado de mar. Estas inscripciones se encuentran estampadas entre la página 37 y la 257 que son las que están dedicadas a exponer las recetas saladas. Las indicaciones parecen provenir de recomendaciones sanitarias, propulsadas por la industria de la pesca marina.


Expongo algunas de ellas, tomadas al azar: “Después de una gripe, dos días a puro pescado.” (pp. 154), “Coma pescado y propenderá a una industria noble.” (pp. 76), “Equilibre su menú. Coma carne y pescado.” (pp. 77), “Coma merluza, el pescado argentino más fino.” (pp. 75), “El cansancio cerebral se combate con específicos a base de fósforo, evítelo comiendo diariamente pescado que también lo contiene.” (pp. 257), “Los peces de ríos y lagunas pueden contraer enfermedades que existen en las agua semi estancadas.” (pp. 37), “Si come pescado, coma pescado de mar.” (pp. 39).

La preocupación nutricional en doña Petrona ha aparecido en otras oportunidades. Muchos años después, a principios de los años setenta del siglo XX, escribirá un libro de recetas dietéticas en coautoría con el Dr. Alberto Cormillot.

III Doña Petrona, empanadas y pasteles (1935)

Fuera de lo dicho arriba, el plan de estas notas (artículos III y IV de la serie) consiste en revisar las recetas de empanadas y pasteles incluidas en la segunda edición de El libro de doña Petrona (Parte III) y, luego, recorrer su evolución en otras ediciones que tengo (1942, 1950, 1958 y 2011) (Parte IV). (4)

En este apartado, voy a recorrer las recetas de pasteles más próximas a las empanadas (tanto en su estructura como en su denominación) y aquéllas de diversos recados que no estén asociadas a una identidad provincial en sus nombres. A su vez, el siguiente acápite, lo dedicaré a las empanadas provinciales. Llamaré, sin pretensión de originalidad, “empanadas de mano” al conjunto completo.


Como ocurre en casi todos los recetarios, en El libro… están representadas las tres formas básicas de un pastel, a saber: un relleno entre dos capas de puré (obviamente destaca el “pastel de papas” (1935, pp. 252-253), pero también el “pastel de choclos” (1935, pp. 252)); un relleno entre dos hojas de masa, que pueden estar hojaldradas o no (por ejemplo, “pastel de pollo suprema” (1935, pp. 154)) y pastelitos del tamaño de una empanada de mano, generalmente cocidos en fritura, con rellenos dulces o salados (v. g, “pasteles de pollo” y “pastelitos de pollo con hojaldre frita” (1935, pp. 154-156) y, por supuesto, nuestros pastelitos criollos que la autora expone bajo el nombre de “pastelitos de dulce” (1935, pp.363)).

Expongo ahora la lista de empanadas sin atributo de identidad provincial, con una indicación breve de algunas características salientes. En todos los casos, las empanadas tienen forma de medialuna y se hacen con un solo disco de masa.

“Empanadas de atún con masa de hojaldre”: la masa es obviamente de hojaldre; el relleno lleva salsa blanca, atún y huevo duro; se cocinan al horno. Se espolvorean con azúcar impalpable para servirlas. (pp. 129)

“Empanaditas de pollo con hojaldre”: masa de hojaldre; el relleno es una mezcla de pollo pre cocido, picado y salteado con salsa blanca y huevo duro; se cocinan al horno. Se espolvorean con azúcar impalpable y se las devuelve al horno por unos minutos antes de servirlas. (pp. 151)

“Empanadas de hojaldre fritas”: masa es de hojaldre, no lleva grasa, sino manteca (indica en la receta cómo hacerlo); el relleno lleva cebolla, “ají”, tomate, carne, aceitunas, pasas de uva y huevo duro; se cocinan fritas en grasa o aceite. Se espolvorean con azúcar. (pp. 194-195)

“Empanaditas de carne”: masa de hojaldre; el relleno lleva cebolla, tomate, carne picada de carnaza, aceitunas, salsa blanca, huevos duros y pasas de uva (condimentos: sal, pimienta, nuez moscada y media cucharadita de azúcar); se cocinan al horno. Se espolvorean con azúcar impalpable para servirlas. (pp. 197-198)


“Empanaditas minué”: la masa lleva harina, manteca, huevo, agua y sal; el relleno es una fritura con manteca que lleva cebolla, tomate, “ají” (me parece que es pimiento por el condimento) y carnaza picada, luego se agregan huevos duros y pasas de uva y se condimenta con comino, una cucharada de azúcar y otra de ají picante, se cocinan al horno. Se sirven caliente o frías (estas son ideales para la hora del coctel). No llevan espolvoreo alguno. (pp. 198)

“Empanaditas de queso con hojaldre”: masa de hojaldre; el relleno consiste en una salsa blanca con cebolla picada y sofrita a la que se agrega yemas de huevo, queso fresco cortado en cubitos y huevos duros; deja libertad al cocinero en relación del tamaño de los discos; se cocinan al horno. (pp. 198-199)

“Empanaditas de hojaldre con verduras”: la masa es de hojaldre; el relleno lleva espinacas blanqueadas, cebolla frita, salsa blanca y, en el momento de armar las empanadas, se agrega huevo duro al relleno; se cocinan al horno. Se espolvorean con azúcar impalpable y se las devuelve al horno por unos minutos antes de servirlas. (pp. 247)

Arriba enumeré las tres recetas de pastelitos fritos que nos interesan por tratarse, en algún sentido, de empanadas de mano. Ellas son: “pasteles de pollo” (pp. 154-155), “pastelitos de pollo con hojaldre frita” (pp. 155-156) y “pastelitos con dulce” (pp. 363). En el primer y tercer caso, la masa se parece a un hojaldre simple, el segundo es directamente hojaldre. Todos tienen la misma forma. Así como las empanadas se arman con disco y se terminan con forma de medialuna; los pastelitos se arman con dos cuadrados, colocando el relleno entre ambos y plegando los bordes para cerrarlos. En los tres casos, se cocinan fritos en grasa. La diferencia mayor está en el relleno. En los dos primeros casos, se trata de picadillo que se hace con pollo pre cocido al que se agregan otros ingredientes como cebolla frita, huevo duro, aceitunas y pasas de uva.

Con todo, el que más nos interesa es el de los pastelitos con dulce, que son los que nosotros conocemos como pastelitos criollos. En nuestros días, hay una gran disputa entre los que prefieren dulce de batata y los adeptos al duce de membrillo. ¿A qué bando adhiere doña Petrona? Obviamente, al del membrillo.

IV Doña Petrona, empanadas provinciales (1935)

Todas las empanadas de esta serie llevan grasa de vaca en la masa y en la fritura del recado. La gran diferencia entre las dos series, pareciera indicar que estamos frente a dos tradiciones culinarias distintas, como expondré en las conclusiones.


“Empanadas cordobesas” (pp. 193-194): La masa lleva 300 gramos de grasa por cada kg de harina, a los que se agrega un poco de agua y sal. El recado lleva una fritura de 2 cebollas grandes en 300 gramos de grasa a la que se adiciona un tomate picado y se condimenta con pimentón. Se agrega un kg de paleta sancochada y cortada en cubitos pequeños, papa hervida y cortada en daditos, harina y caldo, condimentando con comino molido. Una vez cocido se completa con huevos duros, aceitunas y pasas de uva, condimentando con sal y ají molido picante. Se cierran con repulgo y se cocinan al horno.

“Empanadas porteñas” (pp. 195): La masa es parecida a la anterior, sólo que 50 gramos de grasa son reemplazados con un huevo entero. El relleno es semejante a la anterior (fritura en grasa, carnaza, ají picante), con pequeñas diferencias, a saber: la carnaza no se sancocha previamente y va picada, no se agregan harina y caldo y no se usa comino en los condimentos. Se cierran con repulgo y se cocinan en fritura con grasa.

Hay notables diferencias en su perfil sápido con las empanadas porteñas de Francisco Figueredo. Si bien las receta de masas para las tapas son parecida (ambas recetas llevan harina, grasa y huevo), se diferencian en que Figueredo usa una proporción mayor de grasa y le agrega azúcar y canela. En cuanto al relleno, las diferencias son mayores. Figueredo no sólo agrega canela, azúcar, como en la masa, sino también nuez moscada entre los condimentos. En la fritura del recado, ambos utilizan grasa, aunque en calidades y cantidades diferentes (Figueredo: “un poco de grasa fina”, doña Petrona: “300 gramos de grasa de vaca”). Finalmente, las empanadas porteñas de Figueredo se cocinan al horno. (5)

“Empanadas santiagueñas” (pp. 195-196): La masa lleva 200 gr de grasa por cada kg de harina, agua y sal (poca). Tiene que quedar algo dura. El recado se forma haciendo una fritura con 750 gr de grasa de vaca y 750 gr de cebolla bien picada, condimentada con pimentón, ají molido picante y sal, se lo deja enfriar hasta que se “congele”; se corta un kg de carnaza tierna en daditos, se la pasa rápidamente por agua hirviendo y se la cuela, se la dispone en una fuente para que se enfríe; además se cocinan 5 huevos y se quitan las semillas a 100 gr de pasas de uva. Sobre cada tapa se pone carne picada, fritura congelada, huevo duro y pasas. Se cierran con repulgo y se hornean.

Referencia de la imagen (a)

Me llama la atención la cantidad de grasa que usa en la fritura. Seguro que lograría una auténtica empanada de piernas abiertas. Otro detalle es que también lleva bastante cebolla (no tanto como las recetas cuyanas, pero más que otras del Noroeste Argentino, si las comparamos con las empanadas de nuestros días).

Antes de leer la receta, supuse que Petrona había aprendido a hacerlas con su madre en la fonda que doña Clementina tenía en La Banda a principios del siglo XX. Pero luego entré en dudas. Cada vez que nuestra gran cocinera nacional exponía una receta de su madre, agregaba su nombre a la denominación de la misma (por ejemplo, “Locro de maíz “Mamita Cleme””, pp. 84). De todas maneras doy por supuesto que, hasta que halle otra fórmula documentada que la cuestione, ésta puede ser considerada como la receta canónica de las empanadas santiagueñas.

Ahora voy a compararla con la que Teófila Benavento (pseudónimo de Susana Torres Castex) publicara en 1895, mantenida intacta, en su recetario, hasta 1940 (La perfecta cocinera argentina). La masa lleva harina, salmuera tibia y “un poco de grasa”, logrando una “masa un poco dura”. En el momento de sobarla, se le agrega un poco más de grasa. El relleno lleva una fritura que se hace con mucha grasa y muchas cebollas, condimentado con sal y pimentón. A la fritura, se agrega carne picada que se lava en agua hirviendo para quitarle la sangre, es necesario apretarla bien para que no quede ni agua ni sangre. Se agregan tres ajíes picantes molidos. En el momento de armar las empanadas, se agrega huevo duro, pasas de uva sin semillas y aceitunas. Se cocinan al horno. Quedan mejor si el horno es de ladrillos o “de campaña” que permiten colocar fuego por abajo y por arriba.

No son idénticas, pero se parecen mucho.

“Empanadas tucumanas” (196-197): La masa lleva harina, agua y grasa. Se hace una fritura en grasa con cebollas blancas y cebollas de verdeo bien picadas, condimentado con pimentón, ají molido picante y sal. Se corta en daditos la carnaza, se la pasa por agua hirviendo, se la escurre bien y se la agrega a la fritura con una cucharada de vinagre. Se incorporan pasas de uva sin semillas y huevos duros picados. Se deja enfriar hasta que la grasa se congele. Se arman las empanadas, se cierran con repulgo y se cocinan al horno.

V Algunas conclusiones

Era de esperar, considerando algunas reflexiones de La cocinera criolla de Marta, que, en las recetas de estas primeras ediciones de doña Petrona, la grasa fuera un componente esencial. Sin embargo, me encontré con algo que verdaderamente no esperaba; pero vayamos por parte.


1) Generales. Doña Petrona no utiliza la palabra pastel para las empanadas fritas (es el caso de las empanadas de hojaldre fritas (1935, pp. 194)). Diferenciación que sí realiza Figueredo y que, como ya he dicho en más de una oportunidad, se mantiene en nuestros días en el Norte Grande Argentino. Para doña Petrona, la diferencia está en el formato. Si tienen una única tapa circular que se dobla sobre el relleno y, por lo general, se cierra con un repulgo, son empanadas. Si el relleno se ubica entre dos tapas cuadradas que se cierran con unos picos elevados, serán pasteles, o mejor pastelitos; porque la palabra pastel alude, como dije en varias oportunidades, a otras dos ideas gastronómicas, a saber: un relleno que se hornea entre dos capas de algún tipo de puré o entre dos masas, como en nuestras “tartas” actuales.

En este artículo, separé las empanadas que carecen de atributo de identidad provincial de las que sí lo tienen. Ocurre que he querido hacer, arbitrariamente, foco en estas últimas, Sin embargo, como verá el lector, esta clasificación ha dejado de ser arbitraria a partir de las lecturas que fui haciendo.

Resumo las características salientes de las primeras, siguiendo las recetas concretas. En todos los casos, las empanadas de esta serie también tienen forma de medialuna y se hacen con un solo disco de masa. Al servirlas, en casi todas ellas, se espolvorean azúcar impalpable por encima. El lector ya lo habrá comprobado en las descripciones que hice arriba, señalando las diferencias específicas (v. g., simplemente azúcar como es el caso de las “empanadas de hojaldre fritas”, pp. 194-195). La autora no establece una norma genérica para el tamaño de los discos; pero éste se puede conjeturar, sobre la base de indicaciones parciales. Así, por ejemplo, en las empanadas, el disco es de unos 12 cm de diámetro, en tanto que, en las empanaditas, de unos 9. En las empanadas de esta serie usa básicamente el hojaldre como masa. (6) Un detalle importante es que, en las indicaciones para hacer las tapas que se leen en algunas de las recetas, usa manteca como materia en lugar de la grasa de vaca habitual en la otra serie.

Para el caso de las empanadas provinciales, el resumen de las características es el siguiente: Todas las empanadas de esta serie llevan grasa de vaca tanto en la masa y como en la fritura del recado. Adicionalmente, un detalle no menor, en las empanadas provinciales hay una escasa, y a veces nula presencia del azúcar en la masa, el relleno y el espolvoreo final. Todas ellas se hacen con una sola tapa y tienen forma de medialuna.

La gran diferencia entre las dos series, pareciera indicarnos que estamos frente a dos tradiciones culinarias distintas. Las empanadas provinciales, incluso la porteña, parecen insertarse en una tradición popular antigua emparentada quizás con la influencia hispano criolla que nos remonta a la cocina del renacimiento español. Es por ello que la grasa de vaca ocupa un papel tan importante. En tanto que las de la primera serie responden a más a la tradición académica francesa. Su presencia es más reciente en nuestro país, tal vez se remonte, como muy temprano, a las postrimerías de la vida colonial de fines del siglo XVIII y, por supuesto, se ve ampliamente difundida en la segunda mitad del siglo XIX, más asociada a las clases acomodadas criolla, emergentes de la Independencia Nacional. La ausencia del uso de la masa de hojaldre para las tapas provinciales y el uso abundante de manteca en las otras parecen confirmar este visión.

Estas diferencias no las esperaba en esta edición de El libro de doña Petrona de 1935. Pero, creo que ajusta a un par de circunstancias que es oportuno recordar. La primera es que doña Petrona hizo un curso de formación gastronómica en la escuela Cordon Blue de Buenos Aires hacia 1928, muy poco antes de la edición de su libro. (7) La segunda es que la propia Marta (pseudónimo de Mercedes Cullen de Aldao), autora de La Cocinera Criolla, afirmó alguna vez que con la evolución del tiempo, la cocina argentina fue abandonando la grasa en favor la manteca. (8) (9)

2) Especificas. Daré, ahora, unas brevísimas notas sobre mis prejuicios y mis hallazgos en relación con cada receta:

¿Prejuicios? Sí. Hasta que Germinal Marín me lo explicó, la dulzura en las empanadas mendocinas actuales no proviene del agregado de azúcar y pasas de uva, como yo suponía; sino de la gran cantidad de cebolla que llevan. De modo que en mis búsquedas, lo primero que debo hacer es contrastar mi prejuicio con las recetas concretas y lo segundo es entender que la receta canónica para cada provincia no es una fórmula dada, sino una construcción histórica cuyas modificaciones se pueden llegar a percibir aún en el presente.

Imaginaba que las empandas cordobesas tenían un tono dulce cuya composición iba a percibir con la lectura de este recetario. Pero eso no ocurrió. La única dulzura que doña Petrona agrega en la receta, se concentra en las pasas de uva; pero todas las fórmulas de empanadas provinciales que ella expone, las llevan. Un detalle importante, esta receta lleva papas cortadas en daditos que hoy nos resultan características de las empanadas salteñas.

También imaginé que la receta de Figueredo de las empanadas porteñas representaba la fórmula canónica de la especialidad. Nuevamente, me equivoqué, aunque no tanto. Las notables diferencias con la receta de doña Petrona me convencieron de otras dos ideas. Una, que ya había ensayado, es la idea de que a principios del siglo XX bubo una notable transformación en el gusto y la sazón en la cocina en El Litoral Argentino y el Río de la Plata. (ver nota (5)) La otra es que doña Petrona también representa la llega del interior a Buenos Aires y que su condición de criolla santiagueña (“morena linda”, ACh y AY) logró imprimir algunas notas específicas a su formación en la cocina académica francesa.

En ese sentido, provisoriamente propongo considerar la ortodoxia canónica de la receta de empanadas santiagueñas de doña Petrona debido a su gran similitud con a la receta publicada por Teófila Benavento cuarenta años antes… lo que habla muy bien de la buena información que manejaba doña Susana Torres de Castex.

Un párrafo final para las empanadas tucumanas. Si bien, la receta de doña Petrona no lleva matambre sancochado como estamos acostumbrados a verlas hoy, contiene otro detalle que sí es notable: es la receta de empanadas criollas más antigua que he encontrado en cuyo recado se incluye cebollita de verdeo.

Ir a: Parte III (cont.): recetarios de doña Petrona, 1935-2011

Notas y referencias:

(1) 2022, Aiscurri, Mario, Sabores entrañables (Recetas y reflexiones sobre una cocina neocriolla crepuscular en Buenos Aires), Buenos Aires, Puntoaparte Ediciones Independientes, pag. 37.

(2) 2021, Aiscurri, Mario, “La tía Chocha y la receta de mis empanadas – Revisión”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2021/10/la-tia-chocha-y-la-receta-de-mis.html el 30 de noviembre de 2023.

(3) 2022, Aiscurri, Mario, “Sobre el repulgo en las empanadas salteñas”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído el 30 de noviembre de 2023 en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2022/04/sobre-el-repulgo-en-las-empanadas.html

(4) 1935, Gandulfo, Petrona C. de, El libro de doña Petrona, Buenos Aires, 1942, Segunda edición corregida y aumentada (1° edición de 1934).

(5) 2023, Aiscurri, Mario, “Las empanadas en los recetarios argentinos. Parte II: recetarios 1900-1940”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído en El recopilador de sabores entrañables: Las empanadas en los recetarios argentinos Parte II Recetarios 1900-1940 el 7 de diciembre de 2023.

(6) Las recetas para la masa de hojaldre están en las páginas 259 a 261. Son dos. Una expone la masa de hojaldre clásica de la repostería francesa. La otra, una versión más simplificada que es la que se usa para empanadas y pasteles que se cocinan en fritura. En ambos casos, la masa lleva manteca.

(7) 2016, Pite, Rebekah, La mesa está servida (Doña Petrona C. de Gandulfo y la domesticidad en la Argentina del siglo XX), Buenos Aires, Edhasa.

(8) 2023, Aiscurri, Mario, “Sobre la primera edición de La cocinera criolla de Marta”, en El Recopilador de sabores entrañables, leído en https://elrecopiladordesabores.blogspot.com/2023/01/sobre-la-primera-edicion-de-la-cocinera.html el 7 de diciembre de 2023.

(9) Es necesario recordar que las recetas de doña Petrona tenían, en los años sesenta del siglo pasado, fama de ser muy caras, básicamente por el uso abusivo en el uso de la manteca de leche.

(a) https://comicvine.gamespot.com/images/1300-8570911, leído el 23 de abril de 2024.